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Controla la humedad del suelo, limitando por un lado la tasa de evaporación,
cuestión trascendental en zonas áridas y en aquéllas con problemas de
abastecimiento de agua, y por otro lado problemas de encharcamientos
originados por una humedad excesiva. Por tanto en este punto habría que
considerar factores tales como la naturaleza del suelo (textura, etc.), el
clima de la zona en cuestión, y otros.
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Protege el suelo de los rigores del clima, tanto en lo referente a los
cambios bruscos de temperatura y fuertes insolaciones (por ejemplo en
cultivos de maíz y soja) como reduciendo las pérdidas por erosión
ocasionadas por el viento y las lluvias torrenciales.
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Limita el desarrollo de las hierbas adventicias durante los primeros
estadios de crecimiento del cultivo, que generalmente mueren asfixiados bajo
éste. En caso de que algunas lleguen a desarrollarse, podrán arrancarse
sin dificultad manualmente.
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Mejora la estructura del suelo al favorecer la actividad microbiana, la
actividad de las lombrices, etc.
c)
Efectos biológicos
Se
desarrollan como consecuencia de la mejora de las condiciones físicas del
suelo, el aumento de la cantidad de nutrientes disponibles y el estímulo de
los fenómenos de antibiosis.
Así
pues se produce un incremento de la actividad biológica al elevarse la
población microbiana y la fauna edáfica, estando esta actividad regulada por
la relación carbono/nitrógeno de los materiales orgánicos. De este modo al
realizar el empajado, a causa del bajo contenido de nitrógeno de la paja, se
debe tener precaución, ya que existe un periodo de inmovilización de
nutrientes por parte de los microorganismos del suelo, que no lo liberan hasta
su muerte.
Existen
numerosos materiales empleados en la práctica del acolchado, los cuales se
pueden dividir en dos tipos según su origen sea orgánico o inorgánico.
Al
primer grupo pertenecen la paja, los helechos, el heno, las matas y hojas de
hortalizas, la hierba joven, los restos de coníferas, el compost, los abonos
verdes, etc.
Dentro
de los de origen inorgánico se utilizan fundamentalmente: piedras, gravas y
arenas, virutas de madera, papeles y plásticos.
La
paja es uno de los materiales de descomposición lenta idóneo para
tierras pesadas con tendencia a la asfixia y a la compactación, ya que
permite la aireación y absorbe parte importante del agua de lluvia. Como ya
he citado en el apartado anterior, la paja se caracteriza por contener poco
nitrógeno, por lo que el empajado se debe realizar junto con cierto aporte
orgánico. Su uso puede ser interesante en cultivos de hortalizas cuyos frutos
se desarrollan sobre el suelo.
Los
helechos tienen propiedades semejantes a la paja,aunque son de
descomposición algo mas rápida.
El
heno se comporta de forma análoga a los dos anteriores, pero el
primero contiene mas elementos nutritivos que la paja y tiene el inconveniente
de transportar frecuentemente semillas de malas hierbas.
Las
hierbas son materiales acuosos y de descomposición rápida, y por lo
tanto con propiedades opuestas a la paja. Su empleo está indicado en climas húmedos,
ya que en climas secos no protegen suficientemente el suelo, y deben renovarse
a menudo.
Las
matas y hojas de hortalizas poseen cualidades intermedias entre
la paja y la hierba joven.
Los
abonos verdes también constituyen un excelente material si se siegan
cuando han alcanzado una cierta longitud.
Los
restos de coníferas solo deben emplearse en caso de disponer de gran
cantidad de ellos, debido a que las maderas de éstas son ricas en fenoles que
retrasan la humificación, y sufrirán un compostaje previo, realizando
pruebas al mezclarlos con distintas proporciones de otros materiales tales
como paja y vegetales verdes.
El
compost reune parte de las ventajas de la paja y la hierba y se suele
utilizar para casi todo tipo de hortalizas al igual que el resto de los
materiales de descomposición rápida.
Las
piedras, gravas y arena suelen mantener constantes magnitudes edáficas
tales como la temperatura y la humedad y ayudan a favorecer y a conservar una
buena estructura.
Las
virutas de madera y restos de serrería se pueden emplear siempre que
no contengan restos de productos químicos protectores de la madera.
También
podemos emplear para el acolchado en hortalizas papeles procedentes de
periódicos, etc.
El
tema del acolchado con materiales plásticos es muy complejo, tanto por
su amplitud como por la polémica que surge entre los diversos practicantes de
la agricultura ecológica. A pesar de esta controversia habría que reconocer
que estos materiales ofrecen la ventaja de poseer
mayor durabilidad que los orgánicos, que tarde o temprano se
transforman en humus, aunque ya se conoce la existencia de plásticos
biodegradables y de diversos orígenes con variadas características (Birchall
y Kelly, 1983).
Utilizaremos
el polietileno de bajo espesor, que se puede presentar en forma de láminas
transparentes, negras y blancas principalmente. Las primeras tienen el
inconveniente de no evitar la
nascencia de las hierbas bajo ellas, aunque acabarán muriendo por exceso de
temperatura. Las negras, por el contrario, impiden el desarrollo de las
hierbas adventicias, pero calientan
excesivamente el suelo en periodos de alta temperatura, problema que se
subsana colocando láminas de color blanco (Ibarra Jiménez, 1991).
Para
llevar a cabo la práctica del acolchado o mulching, previamente hay que
elegir los materiales que se van a emplear. Según las circunstancias,
preparar dichos materiales, definir el espesor de la capa, considerar la época
de ejecución y tomar una serie de precauciones.
La
elección de los materiales se hace según éstos sean de descomposición
rápida, lenta, o se trate de materiales intermedios. Ya hemos visto las
condiciones adecuadas para su aplicación (Cánovas Fernández, 1993).
A
la hora de preparar los materiales se puede llevar a cabo la trituración
de los mismos si lo que se desea es acelerar su descomposición, lo que a su
vez facilitaría la colocación sobre el suelo. Pero si la función del
acolchado es meramente protectora, este proceso podría resultar incluso
perjudicial.
El
espesor de la capa depende fundamentalmente, al igual que en la elección
de los materiales, de si estos son secos o acuosos. En el primer caso podremos
utilizar capas más o menos gruesas (de hasta 5 cm de espesor), humedeciéndolas
inmediatamente, siempre que permitan una buena aireación; mientras que si
tratamos con materiales verdes, deben emplearse capas muy delgadas, ya que de
lo contrario se favorecería entre otras cosas la proliferación de organismos
patógenos.
La
época de ejecución es preferentemente la primavera, siempre y cuando
la tierra este ya caliente. En nuestro clima mediterráneo, con veranos muy cálidos,
impide la formación de costra, la cual dificulta la nascencia del cultivo y
evita la calcinación del humus del suelo por el sol.
Entre
las principales precauciones a tomar podríamos considerar las
siguientes: