AGRICULTURA ECOLÓGICA
(Apartados del 1.3.1.5. a 1.3.1.7.)
Autora:
María del Pilar Romera Pérez - Ingeniera Técnica Agrícola e Ingeniera
Agrónoma
Colaborador:
Luis Guerrero - Ingeniero Técnico Agrícola
CAPÍTULO
I.- LA AGRICULTURA ECOLÓGICA COMO
SOLUCIÓN A LOS PROBLEMAS PLANTEADOS POR LA AGRICULTURA CONVENCIONAL
I.-
TÉCNICAS ACTUALES DE LA AGRICULTURA Y PRINCIPALES CONSECUENCIAS DE SU EJECUCIÓN
II.-
SISTEMAS ALTERNATIVOS DE PRODUCCIÓN AGRÍCOLA EN SINTONÍA CON EL AMBIENTE
1.-
TÉCNICAS EMPLEADAS EN AGRICULTURA ECOLÓGICA
1.1.- Laboreo y mecanización
1.2.- Asociación y
rotación de cultivos
1.3.- Fertilización
en agricultura ecológica
1.3.1.- Fertilización orgánica
1.3.1.1.- Estiércol
1.3.1.2.- Gallinaza y palomina
1.3.1.3.- Guanos
1.3.1.4.- Lombricompost
1.3.1.5.- Compost
1.3.1.6.- Residuos de cosechas
1.3.1.7.- Abonos verdes
1.3.1.8.- Acolchado
1.3.1.9.- Enarenado almeriense
1.3.1.10.- Purín y lisier
1.3.1.11.- Algas
1.3.1.12.- Turbas
1.3.1.13.-
Residuos sólidos urbanos y lodos de depuradoras
1.3.1.14.- Otros abonos orgánnicos
1.3.2.- Fertillización
inorgánica
2.- HIERBAS ADVENTICIAS
3.- PLAGAS Y ENFERMEDADES
CAPÍTULO
II.- CANALES DE COMERCIALIZACIÓN DE PRODUCTOS ECOLÓGICOS
I.- INTRODUCCIÓN
II.- MERCADO EXTERIOR
III.- MERCADO INTERIOR
IV.- PUNTOS DE
VENTA DE LOS PRODUCTOS ECOLÓGICOS
V.-
EL CONSUMO DE PRODUCTOS ECOLÓGICOS Y MEDIDAS PARA EL DESARROLLO DEL MERCADO
CAPÍTULO
III.- IMPORTANCIA DE LA MATERIA ORGÁNICA EN LA AGRICULTURA ECOLÓGICA
I.-
DESARROLLO HISTÓRICO DE LA INVESTIGACIÓN DEL HUMUS DEL SUELO
II.- NATURALEZA
DE LA MATERIA ORGÁNICA DEL SUELO
III.-
PAPEL DE LA MATERIA ORGÁNICA EN LA FORMACIÓN DEL SUELO Y EN LA CREACIÓN DE
SU FERTILIDAD
CAPÍTULO I.- LA
AGRICULTURA ECOLÓGICA COMO SOLUCIÓN A LOS PROBLEMAS PLANTEADOS POR
LA AGRICULTURA CONVENCIONAL
II.-
SISTEMAS ALTERNATIVOS DE PRODUCCIÓN AGRÍCOLA EN SINTONÍA CON EL AMBIENTE
1.3.1.5.-
Compost
El
compost o mantillo se fabrica mediante la fermentación aerobia controlada en
montones de una mezcla de materias orgánicas, a las que se pueden añadir
pequeñas cantidades de tierra o rocas naturales trituradas, al igual que
ocurre con el estiércol (Pujola y Jiménez, 1985).
La
elaboración de este mantillo permite la obtención de humus y el reciclaje de
materiales orgánicos ajenos a la propia parcela, y está indicada en los
casos en que la transformación de los restos de cosechas en el mismo lugar es
complicada por razones como (Seifert,
1988):
-
Existencia de una excesiva cantidad de restos de la cosecha anterior, que
dificultan la implantación del cultivo siguiente.
-
Encontrarnos con residuos muy celulósicos, que harían previsible un
bloqueo provisional del nitrógeno del suelo ("hambre de nitrógeno").
-
Disponer de suelos con escasa actividad biológica o con facilidad para la
mineralización directa.
La
técnica mas conocida es la fabricación en "montón", que según
Labrador y Guiberteau (1991) se basa en tres principios fundamentales:
realización de una mezcla correcta, formación del montón con las
proporciones convenientes y un manejo adecuado.
Mezcla correcta
Los
materiales deben estar bien mezclados, homogeneizados y a ser posible bien
triturados, ya que la rapidez de formación del mantillo es inversamente
proporcional al tamaño de los materiales.
Debe
mantenerse una relación C/N adecuada (Labrador y Guiberteau, 1991);
relaciones demasiado altas retrasan la velocidad de humificación y excesivas
cantidades de nitrógeno ocasionan fermentaciones indeseables.
Las
materias primas empleadas en su elaboración pueden ser muy variadas, pero
todas deben ser ricas en celulosa, lignina y azúcares. De este modo,
utilizaremos restos de poda, paja, hojas muertas, etc., que contienen las dos
primeras sustancias citadas, siegas de césped, abonos verdes, restos de
hortalizas, orujos de frutas etc., que aportan la última. También
aprovecharemos las ortigas, malas hierbas, restos de cocina, estiércol, etc.
(Antón, 1992).
Formación del montón
Estos
materiales deben ser triturados y depositados en montones una vez elegido el
lugar de emplazamiento, aunque también el compostaje se puede realizar en
silos. Así, la ubicación del montón dependerá de las condiciones climáticas
de cada lugar y del momento en que se elabore: en climas húmedos y fríos
conviene situarlo al sol, al abrigo del viento y protegido de las lluvias, y
en zonas más calurosas se situará a la sombra y también al abrigo del
viento (Aubert, 1987).
El
volumen del montón será aquél que proporcione un equilibrio adecuado entre
humedad y aireación, y los agentes humificadores presentes en los materiales
de partida deben estar en contacto con los procedentes del suelo. Por esta razón
será mejor confeccionar el montón directamente sobre el suelo, o bien
intercalar entre los materiales vegetales algunas capas de suelo fértil,
impidiendo así el posible desarrollo de putrefacciones.
En
lo que respecta al tamaño, diversas experiencias nos muestran que la altura
mas frecuente es de 1,5 m, la anchura de la base no superior a su altura y con
la longitud que se desee. La forma debe ser de cordón y la sección
triangular o trapezoidal.
Algún
autor recomienda colocar cada 2 o 3 metros de longitud una chimenea de aireación,
de forma cilíndrica y 20 o 30 cm de diámetro, que se rellenará de material
poco apelmazable, como ramas de poda, paja, etc. También se aconseja, en
algunos casos, cavar una zanja a todo lo largo de lo que será la base del
cordón, de 20 o 30 cm de ancho y profundo, que igualmente se rellena de
ramas; de esta forma se asegura el drenaje.
A
la hora de confeccionar el montón conviene aplicar una capa delgada de
mantillo del año anterior por cada capa de 20 - 30 cm de espesor. Si no se
dispone de este mantillo viejo podremos utilizar estiércol bien maduro, y a
falta de ambos tierra de huerta con buen contenido en humus. Por tanto estas
capas delgadas podemos decir que actuan como levadura.
Al
final del proceso lo recubrimos con una capa vegetal para protegerlo del sol y
podemos añadirle fosfatos naturales que reducen las perdidas de nitrógeno y
enriquecen al suelo en este elemento, o realizar una enmienda caliza si se
trata de suelos muy ácidos.
Manejo adecuado
El
montón debe ser aireado frecuentemente y la humedad se situara
entre el 40 y 60 por 100.
Durante
los primeros 15 días se alcanzarán temperaturas de 65 - 70 grados Celsius,
pero si se superan éstas habrá que regar para limitar el calentamiento. Esta
subida de temperatura es debida al desarrollo de actinomicetos que segregan
sustancias de naturaleza antibiótica bloqueadoras del desarrollo de bacterias
mineralizadoras. También se forman compuestos húmicos del tipo
"melaninas", que son precursores del humus. Al final, por un proceso
de pasteurización se eliminan los gérmenes patógenos y parte de las
semillas de plantas no deseables.
El
volteo del montón se realizara al pasar entre 4 y 8
semanas de su confección, según la estación del año, el clima y las
condiciones del lugar, repitiendo la operación dos o tres veces, separadas a
su vez cada 15 días, y siempre invirtiendo las capas. Transcurridos
aproximadamente 2 o 3 meses dispondremos de
mantillo joven aplicable a la superficie del suelo ligeramente
enterrado.
Otra
modalidad en la fabricación del mantillo es la llamada "compostaje en
superficie", consistente en espaciar sobre el terreno una delgada capa de
material orgánico finamente dividido, dejándolo descomponerse y penetrar
poco a poco en el suelo. Este material
sufre así una descomposición aerobia, y asegura al mismo tiempo la cobertura
y protección del suelo, aunque tiene el inconveniente de que las pérdidas de
nitrógeno son superiores, pero se compensan al favorecer la fijación del
nitrógeno atmosférico.
1.3.1.6.-Residuos
de cosechas
Su
utilización está muy extendida, sobre todo porque constituyen una capa
protectora del suelo (Glover,
Triplett y Van Doren, 1977) y porque debido a su alto contenido en carbono
constituyen una de las fuentes de humus más interesantes (Labrador y
Guiberteau, 1991).
Los
restos de cosechas pueden
incorporarse directamente al suelo con labores superficiales y a ser posible
triturados, aunque otras veces puede ser aconsejable trasformarlos en lugar
distinto mediante la elaboración de mantillo o compost o ser estercolarizados
al mezclarlos con estiércol, o sufrir una estercolarización artificial con
purines (Bellapart, 1988). El primer caso, aunque más lento, resulta más
eficaz y su efecto en el suelo dependerá de la cantidad de lignina y celulosa
que contenga, así como de la actividad de ese suelo (Kononova, 1982).
Un
tema muy delicado es el de la quema de rastrojos, que sólo debería admitirse
en circunstancias excepcionales, ya que ni nuestros suelos ni nuestra atmósfera
pueden permitírselo; los primeros por sus bajísmos contenidos en materia orgánica
y la segunda por el amenazante efecto invernadero.
1.3.1.7.-
Abonos verdes
Se
trata de plantas de vegetación rápida que se entierran en el propio lugar de
cultivo, y están destinadas especialmente a mejorar las propiedades físicas
del suelo, enriqueciéndolo en humus (Cánovas Fernández, 1993) siempre que
se dejen crecer sobre el mismo terreno durante un año entero o más (Aubert,
1987).
Ya
son conocidos por todos los interesados en el tema los muchos efectos
beneficiosos a que dan lugar, entre los que Aubert (1987) destaca los
siguientes:
- Estimulan la vida microbiana.
- Mejoran la estructura del suelo por medio de sus raíces.
- Protegen el suelo contra la erosión.
- Proporcionan elementos nutritivos al cultivo siguiente.
- Cuando pertenecen a la familia de las leguminosas, enriquecen la
tierra en nitrógeno.
- Suprimen el lavado de los elementos nutritivos.
- Mejoran la circulación del agua a través de la tierra.
- Limitan la invasión de las malas hierbas.
- Proporcionan materia verde para el acolchado.
Así,
Cánovas (1993) explica que los abonos verdes devuelven a la zona
superficial del suelo, bajo forma muy asimilable, ácido fosfórico y potasa,
que han sacado en parte del subsuelo.
Tras
la siega o triturado, el abono verde se debe dejar primero en superficie para
que se prehumifique (condiciones aerobias) y posteriormente se enterrará muy
superficialmente para incorporarlo dos o tres semanas después a la capa
arable del suelo.
Generalmente
se realizan en cultivo intercalado, teniendo abonos verdes de primavera, de
verano y de otoño.
A
la hora de elegir un abono verde será importante tener en cuenta los
siguientes factores (Guiberteau, 1994):
-
Condiciones de suelo y clima, sembrando especies y variedades más o menos
exigentes.
-
Duración de la vegetación, eligiendo aquellas especies de ciclo más corto
cuando se dispone de poco tiempo.
-
Riesgos de invasión de malas hierbas, por lo que consideramos ciertas
especies utilizadas como abono verde que tienen poder desherbante: facelia (Phacelia
tanaecetifolia), alforfon (Fagopyrum esculetum), etc.
-
Lugar que ocupa en la rotación, evitando sembrar como abono verde especies
de la misma familia que el cultivo que le precede o sucede.
-
Además habría que considerar los residuos que aporta, su rusticidad, etc.
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