Dependiendo
del tipo de césped, las necesidades nutritivas varían en equilibrio y en
cantidad. Siempre deberá plantearse un abonado equilibrado, que considere los
tres macronutrientes básicos (nitrógeno, fósforo y potasio), elementos
secundarios (magnesio) y micronutrientes (hierro, cinc, manganeso, etc.).
Necesidades
nutritivas medias de distintos tipos de césped (PUEYO, A. 1990)
Tipo
de césped
Necesidades
nutritivas (Kg/Ha/año)
N
P2O5
K2O
MgO
Greens
de golf, campos deportivos de utilización muy frecuente
250-400
120-150
150-250
40-50
Ante-greens,
tees, campos deportivos de utilización poco frecuente
180-260
100-120
120-200
30-50
Calles
de golf (fairways), céspedes ornamentales (parques y jardines)
intensivos: siega frecuente
120-200
60-80
100-150
20-40
Céspedes
ornamentales (parques y jardines) extensivos: siega poco frecuente
90-150
50-70
80-120
10-30
El
abonado fortalece y engrosa la hierba, confiriéndole más resistencia a la
sequedad, las enfermedades, las malas hierbas, los musgos y el desgaste
intenso. También mantiene el color y la textura, pero puede incrementar la
velocidad de crecimiento de la hierba y por tanto será preciso un segado más
continuo.
La
siega presenta una merma importante de las reservas de los principales
nutrientes vegetales del suelo. El nitrógeno mantiene la planta verde y favorece el desarrollo de los
brotes, el fósforo es esencial para las raíces y el potasio hace a la planta
resistente favoreciendo un crecimiento saludable. Las gramíneas
pobres en nitrógeno, se amarillean y obtienen
colores pálidos.
Aspectos
importantes a considerar en el abonado del césped (PUEYO, A. 1990)
Altas
necesidades nutritivas
-
Recubrimiento total del suelo, crecimiento continuo, cortes frecuentes
(constante extracción de materia seca)
Riego
elevado de pérdidas de nutrientes
-
Intensa lixiviación de nutrientes (riegos frecuentes e intensos, escasa
capacidad del suelo para retener nutrientes).
-
Evaporación de formas nitrogenadas situadas en superficie (dificultad
de enterrar el abono).
Riesgo
elevado de quemaduras y daños por salinidad
-
Hojas: contacto inevitable entre el abono y la parte aérea de la
planta.
-
Raíces: escasa profundidad radicular que imposibilita la absorción de
agua de capas profundas para reducir la concentración salina.
El abonado puede aplicarse en primavera, verano y otoño.
El
abonado de primavera se efectúa con un abono comercial rico en
nitrógeno, fosfato y potasio. Se aplica a comienzos de primavera, cuando
la hierba a comenzado a crecer vigorosamente. El contenido y formulación
de los abonos varía en función del fabricante. Así se pueden encontrar
formulados combinados con herbicidas y otros con un abono orgánico a base
de turba. La mayoría de las praderas requieren fertilizantes con un 5-7%
de nitrógeno, un 10-15% de ácido fosfórico y un 2-4% de potasio.
Cualquier producto empleado se aplicará durante la estación especificada
y únicamente en las fechas recomendadas por el fabricante.
En
verano el desarrollo del césped es más lento en aquellas praderas que
han sido segadas, cortadas o abonadas en primavera con fertilizantes
inorgánicos de acción rápida, por lo que se aplicarán de 9 a 17 g de
sulfato amónico por metro cuadrado, dando un riego abundante con
antelación si el césped está seco. Solo se aplicará en aquellas
parcelas en las que el césped está descolorido y crece mal.
Si
el césped ha sufrido un estrés hídrico o la compactación y a finales
de verano aparece ralo, es recomendable aplicar un abonado de otoño. Se
administrará un nivel bajo de nitrógeno, pero bueno en fosfato y potasio
para estimular el crecimiento sanode las raíces.
La
aplicación del abonado debe ser uniforme, para evitar el parcheado o el
chamuscado del césped. Se hará cuando la hierba esté seca pero el suelo
húmedo, preferentemente con tiempo fresco y con chubascos. Después del
abonado se dará un pequeño riego controlado. La aplicación puede ser:
manual mezclando el fertilizante con arena seca o tierra arenosa, en
disolución con ayuda de una regadera o un diluidor con una manguera y
mecánica con un distribuidor estándar o lineal.
Para
mantener un césped creciendo sano y verde es esencial regarlo en períodos de
sequía. El exceso de agua en el césped produce aumento de materia verde,
incremento de enfermedades, raíces poco profundas, desaprovechamiento de
recursos valiosos, etc.
La
frecuencia de riego varía de un lugar a otro y debe determinarse de acuerdo a
la apariencia del césped. La necesidad de agua puede identificarse cuando el
césped se torna de un color verde azulado y cuando las pisadas permanecen
marcadas en él, ya que la falta de agua hace que a la hoja le cueste
recuperar su posición original. A medida que la sequía del césped aumenta,
este se marchita y su color se torna verde grisáceo. Una vez que el pasto está
marchito debe regarse de inmediato y se recuperará considerablemente rápido.
Si se llega a un cuadro de sequía severa, la planta deja de crecer y las
hojas se tornan marrones y mueren.
Los
riegos se aplican en un solo riego o en dos riegos iguales con 2 ó 3 días de
espacio entre sí. Después del riego, la tierra debe estar húmeda hasta 15
centímetros de profundidad. Es recomendable humedecer a fondo toda la zona de
las raíces.
Se
recomienda aplicar los riegos por la noche o a primera hora de la mañana. A
esta hora el viento no interfiere en el riego y no hay prácticamente
evaporación de agua. Una de las complicaciones que ocasiona el riego en horas
de la tarde, es la creciente incidencia de enfermedades. Este inconveniente
puede reducirse regando únicamente cuando el césped lo necesita y regando
esporádica pero profundamente. Regar durante el medio día no es efectivo ya
que gran cantidad de agua se evapora siendo por consiguiente muy difícil
humedecer la tierra adecuadamente.