En
el calabacín no se realiza la poda de formación, por lo que la poda se ve
reducida a la limpieza de brotes secundarios, que deben ser eliminados cuanto
antes.
Sólo
se justifica cuando las hojas de la parte baja de la planta están muy
envejecidas o cuando su excesivo desarrollo dificulte la luminosidad o la
aireación, ya que de lo contrario traería consigo una reducción de la
producción.
Las
flores del calabacín se desprenden una vez completada su función, cayendo
sobre el suelo o sobre otros órganos de la planta, pudriéndose con
facilidad. Esto puede suponer una fuente de inóculo de enfermedades, por lo
que deberán eliminarse cuanto antes.
Consiste
en suprimir los frutos que presenten daños de enfermedades, malformaciones o
crecimiento excesivo, para eliminar posibles fuentes de inóculo y evitar el
agotamiento de la planta.
Los
marcos de siembra se establecen en función del porte de la planta, que a su vez
dependerá de la variedad comercial cultivada. Suelen oscilar entre 1 y 2 metros
entre líneas y 0,5-1 m entre plantas. Los más frecuentes son los siguientes: 1
m x 1 m, 1,33 m x 1 m, 1,5 m x 0,75 m y 2 m x 0,5 m. Cuando los pasillos son
estrechos (1 m x 1 m ó 1,,3 m x 1 m), la siembra o plantación se realiza al
tresbolillo.
En
general el calabacín es una planta exigente en humedad, precisando riegos más
frecuentes con la aparición de los primeros frutos. No obstante, los
encharcamientos le son perjudiciales, y en las primeras fases del cultivo no son
convenientes los excesos de agua en el suelo para un buen enraizamiento.
Los
sistemas de riego más utilizados en calabacín en invernadero son el riego
localizado (goteo y exudación) y el riego a pié ( a manta y por surcos).
En
riego localizado, el primer aporte se dará un día antes de la siembra, no
siendo conveniente alargar demasiado los riegos posteriores a la nascencia,
dando riegos ligeros tras la misma, de volumen y frecuencia variable en función
del suelo y época de siembra. Es aconsejable someter a la planta a un pequeño
período de sequía en estado de 3-4 hojas verdaderas, con el fin de favorecer
un potente sistema radicular. Aproximadamente una semana antes del inicio de la
recolección deben incrementarse los riegos tanto en volumen como en frecuencia,
siendo este aumento progresivo hasta que el cultivo alcance la plena producción.
En
riego a pié, el primer aporte de agua se realiza un día antes de la siembra.
Tras la nascencia es conveniente retrasar los riegos hasta los 20-25 días
cuando el suelo está en tempero. A partir del segundo riego, los riegos se
llevarán a cabo cada 7-10 días, dependiendo fundamentalmente de la climatología.
El
consumo de agua dependerá del marco de siembra, época de cultivo y sistema de
riego, oscilando en cultivos con riego localizado entre los 2000 y 2500 metros cúbicos
por hectárea y ciclo de cultivo y entre 500 y 600 metros cúbicos por hectárea
y ciclo en riego a pié.
Tabla 2.
Consumos medios (l/m2.día) del cultivo de calabacín en invernadero.
Fuente: Documentos Técnicos Agrícolas. Estación Experimental “Las
Palmerillas”. Caja Rural de Almería.
OTOÑO
MESES
AGOSTO
SEPT.
OCT.
NOV.
DIC.
ENERO
FEB.
Quincenas
1ª
2ª
1ª
2ª
1ª
2ª
1ª
2ª
1ª
2ª
1ª
2ª
1ª
2ª
A
2,17
3,44
3,67
3,42
3,16
2,82
2,00
1,53
1,45
1,03
1,06
0,87
0,85
0,56
B
1,97
3,21
3,04
3,16
2,54
2,00
1,53
1,45
1,03
1,06
0,87
0,85
0,56
C
1,60
1,90
2,81
2,54
1,80
1,53
1,45
1,03
1,06
0,87
0,85
0,56
D
1,14
1,58
2,54
1,80
1,53
1,45
1,03
1,06
0,87
0,85
0,56
E
1,05
1,41
1,60
1,53
1,37
1,03
1,06
1,09
1,10
0,84
F
0,84
1,00
1,19
1,45
1,03
1,06
1,17
1,36
1,31
A:
siembra 1ª quincena de agosto; B: siembra 2ª quincena de agosto; C:
siembra 1ª quincena de septiembre; D: siembra 2ª quincena de
septiembre; E: siembra 1ª quincena de octubre; F: siembra 2ª
quincena de octubre.
PRIMAVERA
MESES
DICIEMBRE
ENERO
FEBRERO
MARZO
ABRIL
MAYO
JUNIO
Quincenas
1ª
2ª
1ª
2ª
1ª
2ª
1ª
2ª
1ª
2ª
1ª
2ª
1ª
2ª
G
0,25
0,66
0,87
1,10
1,40
2,27
2,72
3,19
3,42
3,86
4,11
4,53
H
0,39
0,87
1,10
1,40
2,27
2,72
3,19
3,42
3,86
4,11
4,53
G:
siembra 2ª quincena de diciembre; H: siembra 1ª quincena de enero.
En
cultivo hidropónico el riego está automatizado y existen distintos sistemas
para determinar las necesidades de riego del cultivo, siendo el más extendido
el empleo de bandejas de riego a la demanda. El tiempo y el volumen de riego
dependerán de las características físicas del sustrato, oscilando el consumo
total entre 1500 y 2000 metros cúbicos por hectárea y ciclo de cultivo.
A la
hora de abonar, existe un margen muy amplio de abonado en el que no se aprecian
diferencias sustanciales en el cultivo, pudiendo encontrar “recetas” muy
variadas y contradictorias dentro de una misma zona, con el mismo tipo de suelo
y la misma variedad. No obstante, para no cometer grandes errores, no se deben
sobrepasar dosis de abono total superiores a 2g.l-1, siendo común
aportar 1g.l-1 para aguas de conductividad próxima a 1mS.cm-1.
Actualmente
se emplean básicamente dos métodos para establecer las necesidades de abonado:
en función de las extracciones del cultivo, sobre las que existe una amplia y
variada bibliografía, y en base a una solución nutritiva “ideal” a la que
se ajustarán los aportes previo análisis de agua. Este último método es el
que se emplea en cultivos hidropónicos, y para poder llevarlo a cabo en suelo o
en enarenado, requiere la colocación de sondas de succión para poder
determinar la composición de la solución del suelo mediante análisis de macro
y micronutrientes, CE y pH.
Para
una producción media de 80000-100000 kg.Ha-1 las extracciones medias
oscilan entre: 200-225 kg de nitrógeno, 100-125 kg de P2O5
y 250-300 kg de K2O, lo que supone un equilibrio aproximado de
2-1-2,5.
Los
fertilizantes de uso más extendido son los abonos simples en forma de sólidos
solubles (nitrato cálcico, nitrato potásico, nitrato amónico, fosfato monopotásico,
fosfato monoamónico, sulfato potásico, sulfato magnésico) y en forma líquida
(ácido fosfórico, ácido nítrico), debido a su bajo coste y a que permiten un
fácil ajuste de la solución nutritiva, aunque existen en el mercado abonos
complejos sólidos cristalinos y líquidos que se ajustan adecuadamente, solos o
en combinación con los abonos simples, a los equilibrios requeridos en las
distintas fases de desarrollo del cultivo.
El
aporte de microelementos, que años atrás se había descuidado en gran medida,
resulta vital para una nutrición adecuada, pudiendo encontrar en el mercado una
amplia gama de sólidos y líquidos en forma mineral y en forma de quelatos,
cuando es necesario favorecer su estabilidad en el medio de cultivo y su absorción
por la planta.
También
se dispone de numerosos correctores de carencias tanto de macro como de
micronutrientes que pueden aplicarse vía foliar o riego por goteo, aminoácidos
de uso preventivo y curativo, que ayudan a la planta en momentos críticos de su
desarrollo o bajo condiciones ambientales desfavorables, así como otros
productos (ácidos húmicos y fúlvicos, correctores salinos, etc.), que mejoran
las condiciones del medio y facilitan la asimilación de nutrientes por la
planta.