Se
puede realizar la multiplicación por semilla, pero las plantas resultan de
inferior calidad y las originarias no conservan sus características.El
material vegetal poliembrionario, al presentar embriones adventicios de
carácter vegetativo, no presentan caracteres diferentes ni degenerados en los
árboles obtenidos por semillas.
La
mayoría de las plantaciones comerciales de mango están establecidas sobre
patrones poliembriónicos que aseguran la deseable homogeneidad de los mismos.
Teniendo de hecho, cada zona productora, un patrón poliembriónico típico. A
continuación se citan las características deseables para un patrón de
mango:
Compatibilidad
con los diferentes cultivares.
Poliembrionía.
Enanizante.
Inductor
de elevado rendimiento.
Inductor
de producción de fruta de alta calidad.
Con
el fin de obtener árboles de buena calidad con garantía varietal y con
homogeneidad es necesario acudir al injerto sobre patrón poliembriónico
tanto en cultivares monoembriónicos como poliembriónicos, ya que se reduce
la fase juvenil facilitando una precoz entrada en producción. La propagación
por injerto es el único sistema utilizado a nivel comercial por los
viveristas de todo el mundo.
Para ello es conveniente disponer de plantitas a las que podamos llevar las
yemas o púas de la variedad que se haya seleccionado para la plantación.Como
patrón dan buen resultado los árboles de frutos fibrosos de las zonas climáticas
donde se desarrolla el mango.
Para
plantar la semilla debe quitársele la vaina. La mejor forma de hacer esto es
cortar los bordes de la cápsula con una tijera de podar. Una vez libre la
almendra, se procede a plantarla en bolsas de plástico que midan unos 20 ó 25
cm de profundidad y 18 ó 20 cm de diámetro; es preferible que el color del plástico
sea negro, ya que la duración de la bolsa será mayor y absorbe más cantidad
de calor, con lo que se favorecerá la germinación de la semilla. La tierra
debe ser ligera y hay que procurar mezclarla con turba. La semilla se enterrará
de 2,5 a 3,5 cm de profundidad.
A continuación debe colocarse bajo un cobertizo
al que entre poco sol y en que se mantenga un ambiente húmedo. Dentro de los
veinte primeros días las plantas estarán fuera; como estas semillas dan más
de un retoño, deben quitarse los que sobran y dejar el que presente mejor
conformación. Debe tenerse muy en cuenta que el poder germinativo de las
semillas del mango se pierde muy pronto, por lo que es conveniente plantarlo lo
más rápidamente posible, preferiblemente al días siguiente después de haber
sido liberada de la pulpa.
El
árbol es un poco difícil de injertar; los mejores resultados los han dado los
injertos de aproximación o de escudete.Las
semillas plantadas en junio y julio pueden ser injertadas en noviembre,
diciembre y enero, y estar listas para colocar en el campo desde julio y agosto
del año siguiente.
El
momento más propicio para el injerto de yema es desde mediados de primavera y
verano, cuando las plantas están en crecimiento activo. Cuando los árboles de
semillas han alcanzado el diámetro de un lápiz pueden ser injertados, si bien
es conveniente dejarlos crecer un poco más.
El
momento apropiado para colocar los injertos es cuando las plantas comienzan a
brotar, o sea, cuando echan nuevos brotes de color vinoso; en este estado, la
corteza se separará fácilmente de la madera. Después que el nuevo brote se ha
desarrollado y está empezando a perder su color rojizo, la corteza no se separa
tan fácilmente y el injerto tiene menos éxito.
Las
yemas para injertar deben ser tomadas de las puntas de las ramas jóvenes, pero
no de las del último crecimiento. Es importante que el gajo para injertar y el
patrón sean iguales o similares en tamaño y madurez de la madera. Si es
posible, deben escogerse ramitas de las cuales hayan caído las hojas. En todo
caso, la madera de injerto debe estar bien madura y la punta de la ramita de la
cual es tomada no debe estar en crecimiento activo.
La
incisión en el patrón debe ser hecha en forma de T o T invertida; la yema debe
ser grande, de 3,5 a 4 cm. Después de insertada se amarra con rafia, cinta plástica
o ristras de platanera humedecidas. Después de tres o cuatro semanas se examina
la yema, y si está verde o parece haber formado unió, se corta el tope del
patrón varios centímetros por encima para forzar la yema a crecer. Unas pocas
semanas más tarde el tope puede ser cortado más abajo, hasta cerca de la yema,
cuando ésta haya crecido unos 20 cm.
Otro
sistema de injertar por este mismo procedimiento es tomar la yema o la chapa y
colocarla en un ramo del árbol que se ha arqueado previamente y haciendo la
ventana o la T justamente en la parte más alta. Este tipo de injerto da
resultado en árboles de dos a tres años de edad.
Entre
los injertos de aproximación da resultado el de cuña sin decapitar el patrón
o también decapitándolo.
Se
hace en el patrón con la navaja un corte profundizando bastante en la madera, y
en el injerto otro, también bastante profundo; se unen y se atan muy bien con
cinta de plástico, procurando que la unión no esté en contacto con el aire.
si el patrón no se decapita previamente, debe hacerse una incisión unos centímetros
por encima del injerto.
Los
árboles procedentes de semilla hasta una edad de 1 a 2 años, se pueden
aproximar con comparativa facilidad siempre y cuando se aplique en la herida una
solución diluida de una sustancia promotora del crecimiento, tal como ácido
indol-3-acético al 1 % o ácido indol-3-butírico al 1 %, antes
de que se envuelva ésta.
Puede
vivir bien en diferentes clases de terreno, siempre que sean profundos y con un
buen drenaje, factor este último de gran importancia. En terrenos en los que se
efectúa un abonado racional la profundidad no es tan necesaria; sin embargo, no
deben plantarse en suelos con menos de 80 a 100 cm de profundidad. Se
recomiendan en general los suelos ligeros, donde las grandes raíces puedan
penetrar y fijarse al terreno. El pH estará en torno a 5.5-5.7; teniendo el
suelo una textura limo-arenosa o arcillo-arenosa.
Un
análisis de un suelo donde los mangos prosperan muy bien dio el siguiente
resultado: cal (CaO) 1,2 %, magnesio (MgO) 1,18 %, potasa (K2O) 2,73
%, anhídrido fosfórico (P2O5) 0,15 %, nitrógeno 0,105
%.
Los
requerimientos hídricos dependen del tipo de clima del área donde estén
situadas las plantaciones. Si se encuentran en zonas con alternancia de
estaciones húmeda y seca, óptimas para el cultivo del mango, como
sucede en Sudán, durante la estación de lluvias se desarrolla un crecimiento
vegetativo, y en la estación seca la floración y la fructificación; en este
caso basta con un pequeño aporte de agua.
En
áreas más frías, como Israel e Islas Canarias, sólo existe una estación
cálida, en la que tiene lugar a la vez la fructificación y el desarrollo
vegetativo, en este caso el riego debe ser mucho más copioso, pero se tendrá
en cuenta que un exceso de humedad es perjudicial para la
fructificación.
En
general necesita menos agua que el aguacate; se da la circunstancia de que en terrenos donde las
disponibilidades de agua son abundantes, el árbol vegeta muy bien, pero no
fructifica.
Cuando
más agua necesitan los árboles es en sus primeros días de vida, llegando
aproximadamente de 16 a 20 litros semanales por árbol. Esto sucede durante los
dos primeros años y siempre que el árbol esté en el terreno; no es lo mismo
en el vivero, donde sus exigencias son menores.
Una
vez que el árbol está enraizado aguanta muy bien la sequía; prospera con la
cuarta parte del agua que necesita la platanera y puede tolerar, según clases
de tierra, hasta 400 miligramos de sal por litro de agua.
Para
obtener el máximo rendimiento del árbol, los riegos deben ser periódicos
(400m3/ha y mes).
Los
riegos
más copiosos deben darse cuando los capullos van a abrir, y hasta varias
semanas después de la fructificación. Mientras la fruta aumenta de tamaño
debe regarse una vez cada quince días y puede dejarse de regar al acercarse la
madurez.
El
mango se adapta muy bien a condiciones de precipitación variables; además
tolera la sequía, aunque fisiológicamente esta tolerancia ha sido atribuida a
la posesión de laticíferos que permiten a las hojas mantener su turgencia a
través de un ajuste osmótico que evite los déficit de agua internos (Schaffers
et al., 1994).
En
suelos calcáreos un periodo de inundaciones continuas no excesivamente largo
puede ser beneficioso para el mango, ya que permite aumentar la disponibilidad
en el suelo de algunos microelementos tales como el hierro y el manganeso (Whiley
y Schaffers, 1997).
Los
periodos de déficit hídrico benefician el ciclo fenológico del mango. En
áreas tropicales el estrés hídrico es el principal factor ambiental
responsable de la inducción floral. Al contrario ocurre con el cuajado y el
crecimiento del fruto, pues una sequía es muy perjudicial, ya que disminuye el
tamaño del fruto.
Se
considera más importante una buena distribución de las precipitaciones anuales
que la cantidad de agua, siendo la precipitación mínima anual de 700 mm bien
distribuidas.
En México el riego se
aplica en la región del Pacífico Centro, empleando fundamentalmente el riego
por inundación, aunque algunas plantaciones cuentan con microaspersión o
goteo. El riego se aplica durante la estación seca (octubre-mayo). El riego se
inicia tras la floración y continúa hasta la recolección, con un intervalo
entre riegos de 10-15 días en suelos arenosos y 18-25 días en suelos
arcillosos.
Es más susceptible a los fríos que el aguacate y
resiste mejor los vientos que éste. El mango prospera muy bien en un clima
donde las temperaturas sean las siguientes:
Invierno ligeramente
frío (temperatura mínima de 10ºC).
Primavera ligeramente
cálida (temperatura mínima superior a 15ºC).
Verano y otoño
cálidos.
Ligeras variaciones
entre el día y la noche.
Un
árbol de buen desarrollo puede soportar temperaturas de dos grados bajo cero,
siempre que éstas no se prolonguen mucho tiempo. Un árbol joven, de dos a
cinco años, puede perecer a temperaturas de cero y un grado centígrado.
Así,
por ejemplo, en las islas Canarias la zona óptima para este cultivo es la del
Sur, prosperando bien en la zona Norte.
Se
recomienda antes de efectuar la plantación realizar un laboreo de un metro de
profundidad, efectuado en tiempo seco, para asegurar la uniformidad del
crecimiento. Esta operación será imprescindible en terrenos previamente
cultivados.
Las
plantación se lleva a cabo cuando las plantas tienen de 1 a 2 años; si se les
cultiva en recipientes, se les puede sacar en cualquier época del año; si están
en los surcos del vivero, generalmente lo mejor es a principio o al final de la
primavera. En cualquier caso se les trasplanta lo más cuidadosamente posible en
cepas previamente preparadas y espaciadas de 10 a 12 m de distancia.
Ciertas
variedades que crecen débilmente se pueden trasplantar más cerca (6x6 m) y los
tipos vigorosos que se extienden, se colocan a una distancia de 14 a 16 m. Los
árboles deben regarse tras la plantación y luego varias veces por semana
durante los primeros quince días. El área en torno al árbol
(aproximadamente un metro) debe mantenerse libre de malas hierbas,
recomendándose la colocación de un mulching, sobre todo en la estación
seca.
Puesto que generalmente se proporciona algo de sombra al vivero de propagación,
los árboles se deben acostumbrar gradualmente en un área menos sombreada por
un período de unas cuantas semanas, para permitirles resistir su exposición a
la luz solar plena y al viento. No se les debe permitir que fructifiquen sino
hasta que tengan más o menos 4 años de edad, eliminando las panículas de flor
a medida que se forman.
En
zonas ventosas se recomienda el empleo de cortavientos, ya sean naturales o
artificiales. Independientemente de la protección mecánica ofrecida por el
cortaviento, el mango se beneficia por una mejora de la actividad de los
insectos durante la polinización y por la disminución de algunas
enfermedades como la mancha negra bacteriana en climas subtropicales, como
consecuencia indirecta de una menor rotura de ramas y una más lenta
dispersión de inóculo. (Manicom, 1998).
El
abonado y el riego, deben programarse de acuerdo con el ciclo fenológico para
alcanzar un rendimiento óptimo.
La
potasa es el elemento al que mejor ha respondido el árbol, siendo, por tanto,
el que en mayor proporción debe entrar en la fórmula de abonado.
Un
árbol en plena producción responde muy bien a la siguiente aplicación de
abono: 2500 gramos de sulfato de potasio y 1500 gramos de superfosfato de cal, añadidos
al terreno en u/na sola aplicación, preferible en el mes de noviembre. Debe
procurarsedistribuirlo bajo la copa del árbol, removiéndolo y mezclándolo
bien con la tierra.
El
abonado nitrogenado se puede dar con el riego en la época anterior a la
apertura de los capullos, añadiendo un kilogramo de sulfato amónico y,
posteriormente, la misma cantidad cuando el árbol esté en plena floración,
esto ayuda a promover el amarre de la fruta.
El
suelo con árboles jóvenes se debe arropar para ayudar a retener la humedad
y contrarrestar las hierbas. Pueden resultar útiles las aplicaciones de piedra
caliza dolomítica, si la reacción del suelo está debajo de un pH 5.5. Las
aspersiones nutritivas conteniendo cobre, cinc, manganeso y boro son beneficiosas
en todos los suelos. Estas se deben aplicar más o menos
3 veces al año (una vez en el caso del boro) durante los primeros años.
En la siguiente tabla se
muestra el abonado recomendado en México (Crane et al.,1997).