La
preparación del suelo comprende la adopción de prácticas culturales
tendentes a obtener el máximo rendimiento productivo con el menor desembolso
económico posible. La preparación primaria del suelo (arado, escarificación
o gradeo) debe permitir obtener una profundidad suficiente para romper la
suela de labor, proporcionar un buen desarrollo del sistema radicular y
favorecer la infiltración de agua.
La
soja necesita una esmerada preparación del terreno, en el que va a sembrase.
Además, esta planta responde más favorablemente cuanto más se cuida la
preparación de la tierra. Debe darse primero una labor profunda de alzar
(para favorecer después un buen desarrollo radicular), seguida de otra
cruzada y después pases de grada o de rotovator que dejen mullida y
desmenuzada la tierra.
Ha
de procurarse una perfecta nivelación del terreno para facilitar el riego,
especialmente cuando se cultive en llano y se riegue por inundación o a
manta, sin que se produzcan encharcamientos, que son muy perjudiciales para
esta planta.
Si
la soja se realiza en segunda cosecha, debe quemarse o enterrase el rastrojo
del cultivo precedente y seguidamente darse un riego para conseguir tempero en
el suelo. Después se pasará la grada de discos y el cultivador. Si la soja
es cabeza de cultivo, se realizará previamente una labor de alzado.
Como
norma general es recomendable realizar una inoculación de las semillas con
las bacterias fijadoras de nitrógeno atmosférico específicas de esta
planta. Para ello existen preparados comerciales que pueden utilizarse con
garantía y que se entregan al cultivador con la semilla.
Estos
productos se presentan generalmente en polvo negruzco y se utilizan de la
siguiente manera: Se humedece con una pequeña cantidad de agua la semilla
necesaria para la siembre y, una vez escurrida, se mezcla con la cantidad de
polvos indicada por el fabricante, removiendo bien la mezcla para que sea
homogénea. Se mejora la adherencia del inoculante a la semilla si se ha
añadido previamente al agua un poco de azúcar, melaza o goma arábica.
Las
bacterias son muy sensibles a la luz solar, por lo que conviene realizar la
mezcla a la sombra y sembrar inmediatamente después de la inoculación.
Generalmente
se efectúa en llamo, con máquinas sembradoras de leguminosas, de trigo, de
maíz, de remolacha o de algodón, regulándolas convenientemente. También
puede realizarse en lomos, con máquinas preparadas para dejar el terreno
alomado en la siembre, siempre que no quede la semilla muy profunda. es
importante que el terreno esté bien nivelado para obtener una siembra
uniforme.
La
época de siembra dependerá de la variedad a cultivar, realizándose
generalmente entre los meses de abril y mayo. Basándose en los resultados
obtenidos en diferentes ensayos pueden darse las siguientes recomendaciones en
cuanto a variedades y fechas de siembra en las zonas españolas:
Tabla
2. Recomendaciones de variedad y fecha de siembra por zonas en España
(Fuente:
MAPA, 1973)
Provincias
Variedades
Épocas
de siembra (primera cosecha)
Coruña,
Santander
Amsoy, Beeson,
Shelby, Wayne
2ª
quincena de mayo
Valladolid,
Zamora, Palencia, Burgos, León
Amsoy, Hark, Beeson
2ª
quincena de mayo
Álava
Hark, Amsoy, Beeson
1ª
quincena de mayo
Navarra,
Logroño
Amsoy, Cutler, Wayne
1ª
quincena de mayo
Tarragona
Amsoy, Corsoy, Kent
2ª
quincena de mayo
Madrid,
Cuenca, Ciudad Real
Beeson, Amsoy, Corsoy
Fin
mayo-principio junio
Toledo,
Cáceres, Badajoz
Calland,
Beeson, Cutler
1ª
quincena de mayo
Jaén
Amsoy, Calland, Beeson
Mediados
mayo
Córdoba,
Sevilla
Amsoy, Beeson, Clark 63, Calland
Principio
mayo
Sevilla,
Cádiz
Beeson, Cutler,
Kent, Calland
Principio
mayo
Málaga,
Granada
Amsoy, Beeson, Clark 63
Mediados
mayo
La
profundidad de siembra varía con la consistencia del terreno. Debe sembrase a una
profundidad óptima de 2 a 4 cm, aunque en terrenos muy sueltos, donde exista
el peligro de una desecación del germen antes de la nascencia, puede llegarse
a los 7 cm.
La
densidad de siembra, realizada con sembradora y en líneas separadas 50-60 cm, debe
oscilar entre las 45-50 plantas por metro cuadrado (450.000-500.000 plantas/ha).
Una mayor densidad facilitará el encamado de las plantas.
Normalmente se emplea entre 140 y 160 kg de simiente por hectárea.
La
densidad variará según el tipo de suelo, la variedad a emplear, si el
cultivo es en secano o en regadío, etc. En suelos poco fértiles o en suelos
ligeros se pondrá una dosis menor que en suelos ricos o de textura fuerte.
Cuando la variedad sea de ciclo largo, se reducirá más la dosis que cuando
se trate de una variedad temprana que alcanzará menos desarrollo.
El
abono debe ser puesto al lado y por debajo de la semilla, pues el contacto
directo perjudica la absorción de agua por la misma, pudiendo provocar la
muerte de las plántulas durante su desarrollo inicial.
Al
hablar del lugar en la alternativa, hay que considerar tres aspectos:
Cultivo
en secano o en regadío. Dependerá de la zona en donde se desarrolla el
cultivo.
Cultivo
en primera o en segunda cosecha. Debido
a que la soja es una leguminosa, y es una planta fijadora de nitrógeno
gracias a la simbiosis que tiene con las bacterias del género Rhizobium
en sus raíces, se considera como un cultivo mejorante del suelo. Por ello la
soja puede sembrarse como segunda cosecha después de un cereal de invierno.
El nitrógeno proporcionado por la leguminosa es excelente para la
germinación y posterior desarrollo de los trigos sembrados en otoño.
Cultivos
que deben precederle o seguirle. De modo indicativo pueden establecerse
las siguientes alternativas de cultivo:
La
soja es una planta poco agresiva y por lo tanto muy sensible a la competencia
con las malas hierbas, durante las fases iniciales de su desarrollo. Las
especies invasoras compiten por el agua, la luz y los elementos nutritivos,
ocasionando posteriormente dificultades para la recolección mecánica del
grano y perjudicando la calidad final del producto.
Por
ello, para el control de estas malas hierbas se emplean tres técnicas o
métodos de lucha:
Métodos
culturales. Consiste en usar prácticas del manejo que proporcionen al
cultivo una mayor competencia con las malas hierbas.
Control
mecánico. Consiste en el empleo de aperos (arados, gradas, cultivadores,
azadas, etc.) antes de la siembra y de la floración.
Control
químico. Es el más empleado. Las materias activas más empleadas son
trifluralina, etalfluralina, alacloro y linurón. Son sustancias de
aplicación en presiembra, y que se emplearán según las indicaciones del
fabricante. También se pueden realizar aplicaciones postsiembra, con una
mezcla comercial de alacloro y linurón, disueltos en riego por
aspersión.