En
el apartado anterior se ha indicado como determinar las necesidades hídricas
de un cultivo de olivo, a continuación se exponen las técnicas de programación
de riegos que nos permiten calcular cuándo regar y qué dosis aplicar para
evitar un déficit hídrico y, por lo tanto, una reducción de la producción.
Uno
de los métodos más extendidos para la programación de riegos es el balance
de agua, mediante el que determinamos las variaciones del contenido de agua
del suelo mediante la siguiente expresión:
ETC
= PE + Hb - (He + Hp + ASt - ASt-1)
Donde
AS es el contenido de agua del suelo (mm) al inicio (t-1) y al final (t) del
período de tiempo considerado. Hb, PE y Etc son, respectivamente, las
cantidades de riego neto, precipitación efectiva y evapotranspiración máxima
de cultivo durante ese período.
En
la metodología anteriormente descrita no está prevista la utilización de la
reserva (agua almacenada en el suelo durante el periodo lluvioso, otoño-invierno).
Sin embargo, en cultivos como el olivar y en las condiciones de Andalucía (pluviometría
500 mm y suelos profundos y con una gran capacidad de retención), esta
reserva puede cubrir el 50-60 % de las necesidades totales máximas, por lo
que su utilización es muy recomendable en programación de riegos en especial
en regiones con limitados recursos de agua o cuando éstos tienen un coste muy
elevado.
Puede
estimarse la reserva determinando el contenido de agua del suelo explorado por
las raíces a fecha 31 de marzo (método gravimétrico, sonda de neutrones,
etc.), época en la que es normal que ya se haya producido el 70% de la
pluviometría total anual, planteándonos no agotar el perfil durante el período
de riegos (primavera y verano) por debajo de un determinado nivel umbral,
denominado nivel de agotamiento permisible (NAP), que podría definirse como
el contenido de agua del suelo por debajo del cual es previsible que el
cultivo empiece a reducir su tasa de transpiración y por tanto su crecimiento
y producción.
El
agua disponible (AD) para el cultivo se obtiene por diferencia entre la
humedad a capacidad de campo (CC) y la humedad a marchitez permanente (PMP)
mediante la expresión:
AD
= Zr x (CC - PMP)
Donde
AD se expresa en mm, CC y PMP en humedad volumétrica (cm3/cm3)
y Zr es la profundidad del sistema radicular en mm, que suele considerarse de
1 metro.
Una
vez determinada el agua disponible en el suelo, es posible calcular el
NAP, como una fracción de la misma. En olivar puede deducirse que puede
agotarse hasta un 75 % del agua disponible en el suelo sin que su producción
se vea afectada.
El
NAP no tiene un valor único, sino que para cada cultivo toma valores
distintos, dependiendo del método de riego y de la demanda evaporativa de la
atmósfera. Para el caso del olivo el NAP podría estimarse aplicando la
expresión:
NAP
= 0,75 x (CC - PMP) x Zr
Este
agua podría consumirse como complemento al riego a lo largo de la estación,
siendo recomendable programar su consumo en la época de máxima demanda
(verano), de modo que los caudales manejados por hectárea sean mínimos, lo
que permitirá que con el caudal disponible podamos regar una máxima
superficie, así como abaratar las instalaciones de riego.
Por
último, para determinar el riego por árbol considerar el marco de plantación
según:
R
(l/olivo/día) = R (mm/día) · Superficie (m2/olivo)
Las
necesidades potenciales de agua del cultivo (demanda evaporativa), dependen de
la climatología y tipo de suelo de la zona, así como de la reserva de agua
disponible a la salida del invierno. Estos parámetros son fijos a la hora de
programar el riego. Sin embargo, para dichas características edafoclimáticas,
el tipo de olivar (marco de plantación y tamaño de los árboles) influye
sobre las necesidades totales, así como la producción media del olivar.
Al
aumentar la densidad de plantación, para un determinado volumen de copa por
hectárea, aumenta la superficie de suelo cubierta por la copa de los árboles
(Kr), y por lo tanto aumentan las necesidades de agua del cultivo. También
aumentará la capacidad productiva de la plantación.
Así,
mientras que en olivares de más de 200 árboles/ha bien regados y poco
podados, el kr estaría en torno a 1, en olivares tradicionales (60-80 árboles/ha)
en condiciones de secano, el kr puede ser inferior a 0,5. Las localidades con
clima más cálido poseen un ETo mayor, y las necesidades de agua son
sensiblemente superiores a las de las zonas más frías.
La
poda permite regular el tamaño de los olivos, así como la cantidad de hojas
o frondosidad de los árboles (índice de área foliar). Podas severas que
reduzcan el volumen de la copa o su índice de área foliar permiten reducir
las necesidades de agua del olivo al reducir el valor de Kr. Los ahorros de
agua pueden ser importantes, del orden del 40%, al reducir el volumen de copa
del olivar desde 10.000 a 8.000 m3/ha.
Pero
esta reducción trae consigo una reducción de la producción del olivar. Este
aspecto es muy importante ya que cuando se presentan años de sequía, los
olivareros realizan tradicionalmente podas severas que de una forma muy drástica
reducen el tamaño de los árboles, por lo que cuando se presentan años
lluviosos o se dispone de agua suficiente para el riego, no se tiene los árboles
con el tamaño que permite obtener el máximo potencial de producción, y son
las grandes cosechas las que elevan el nivel medio productivo de las
plantaciones.
Se
aconseja realizar una poda con mayor aclareo de ramas finas que reduzca el área
foliar, antes que reducir el esqueleto de la plantación (volumen de copa),
pues aumentar la frondosidad del árbol es más rápido que aumentar el tamaño
de los árboles.