Planta:
bienal, a veces vivaz de tallo reducido a una plataforma que
da lugar por debajo a numerosas raíces y encima a hojas,
cuya base carnosa e hinchada constituye el bulbo.
Bulbo:
está formado por numerosas capas gruesas y carnosas al
interior, que realizan las funciones de reserva de sustancias
nutritivas necesarias para la alimentación de los brotes y
están recubiertas de membranas secas, delgadas y
transparentes, que son base de las hojas. La sección
longitudinal muestra un eje caulinar llamado corma, cónico,
provisto en la base de raíces fasciculadas.
Sistema
radicular: raíces blancas, espesas y simples.
Tallo:
el tallo que sostiene la inflorescencia es derecho, de 80 a
150 cm de altura, hueco, con inflamiento ventrudo en su mitad
inferior.
Hojas: envainadoras, alargadas, fistulosas y puntiagudas en su
parte libre.
Flores: pequeñas, verdosas, blancas o violáceas, que se agrupan
en umbelas.
Es
una planta de climas templados y prefiere suelos sueltos,
sanos, profundos, ricos en materia orgánica, cálidos,
soleados y no calcáreos. Los aluviones de los valles y los
suelos de transporte en las dunas próximas al mar le van muy
bien. En terrenos pedregosos, poco profundos, mal labrados y
en los arenosos pobres, los bulbos no se desarrollan bien y
adquieren un sabor fuerte. Es muy sensible al exceso de
humedad y medianamente sensible a la acidez, estando el
límite de pH en 6.
Las
variedades de cebolla son numerosísimas y presentan bulbos
de diversas formas y colores. Pueden ser clasificadas desde
diferentes puntos de vista: criterio fitogeográfico y
ecológico, forma y color del bulbo, modo de multiplicación,
tiempo en que se consume el producto, criterio comercial y de
utilización del producto. El primer criterio es el
único que puede considerarse científico y al mismo tiempo
práctico, ya que implica el estudio del óptimo climático y
el óptimo ecológico de las distintas variedades y es de
gran importancia en la aclimatación de las mejores
variedades y en la creación de otras nuevas mediante
cruzamiento. Bajo el criterio comercial se pueden distinguir
tras grandes grupos de variedades: cebollas gigantes,
cebollas corrientes y cebolletas. Las primeras presentan un
diámetro de bulbo superior a 10-11 cm y las últimas son las
cebollas pequeñas que se destinan a la preparación de
encurtidos. Entre las variedades de primavera-verano
destaca la cebolla Blanca de España, que es una de
las variedades más apreciables de la península, con bulbo
redondo, un poco puntiagudo en la parte superior, de mayor
tamaño que la generalidad de todas las demás variedades
conocidas, notable precocidad, sabor dulce y buena
conservación. La cebolla morada española también se
cultiva con mucha frecuencia en España y presenta un bulbo
redondo, algo puntiaudo en la parte superior, bastante
grande, dulce y de buena conservación. Entre las variedades
de otoño-invierno destacan la cebolla amarilla azufre de
España y la gigante de España. La primera
presenta un bulbo aplastado, túnicas apretadas, espesas y
adherentes, de un amarillo vivo ligeramente verdoso. La
segundo voluminosa, de forma esférica o ligeramente
aplastada, de color amarillo pálido y a menudo voluminosa,
es muy apreciada para la exportación, especialmente con
destino a Inglaterra. Generalmente se van a buscar
variedades, que además de adecuarse bien a las condiciones
de cultivo, presenten homogeneidad, buena conservación,
sabor menos acre, precocidad, en ocasiones resistencia a
enfermedades o al frío, eliminación de algunos defectos
como la germinación precoz, etc., y hacia estos fines está
encaminada la mejora genética.
La
profundidad de la labor preparatoria varia según la
naturaleza del terreno. En suelos compactos la profundidad es
mayor que en los sueltos, en los que se realiza una simple
labor de azada. El cuidadoso desmenuzamiento de los terrones
es un elemento importante de éxito. El terreno es explanado
para después disponerlo, si es necesario, en surcos. Algunos
suelos habrá que mejorarlos.
Aunque
puede hacerse la siembra directa, generalmente se hace en
semillero y la cantidad de semilla necesaria es muy variable.
Se realiza a voleo y excepcionalmente a chorrillo,
recubriendo la semilla con una capa de mantillo de 3-4 cm de
espesor. A los tres o cuatro meses se procede al trasplante,
dejando 10-12 cm entre líneas y 10-12 cm entre plantas
dentro de la misma línea. También se realiza la plantación
en caballones distanciados entre sí 50-60 cm, sobre los que
se disponen dos líneas de plantas distanciadas a 30-35 cm y
10-15 cm entre plantas.
Se
realizarán repetidas escardas con objeto de airear el
terreno, interrumpir la capilaridad y eliminar malas hierbas.
La primera se realiza apenas las plantitas han alcanzado los
10 cm de altura y el resto, cuando sea necesario y siempre
antes de que las malas hierbas invadan el terreno.
En
suelos poco fértiles se producen cebollas que se conservan
mejor, pero, naturalmente, su desarrollo es menor. Para
obtener bulbos grandes se necesitan tierras bien
fertilizadas. No deben cultivarse las cebollas en tierras
recién estercoladas, debiendo utilizarse las que se
estercolaron el año anterior. Cada 1.000 kg de cebolla
(sobre materia seca) contienen 1,70 kg de fósforo, 1,56 kg
de potasio y 3,36 kg de calcio, lo cual indica que es una
planta con elevadas necesidades nutricionales. La absorción
de nitrógeno es muy elevada, aunque no deben sobrepasarse
los 25 kg por hectárea, e influye sobre el tamaño del
bulbo. Por regla general, basta con un suministro uso días
antes del engrosamiento del bulbo y después del trasplante,
si fuese necesario. El abono nitrogenado mineral favorece la conservabilidad, ocurriendo lo contrario con el nitrógeno
orgánico. Las cebollas necesitan bastante potasio, ya que
favorece el desarrollo y la riqueza en azucar del bulbo,
afectando también a la conservabilidad. La necesidad en
fósforo es relativamente limitada y se considera suficiente
la aplicación en el abonado de fondo. El suministro de
calcio no es por norma necesario si el terreno responde a las
exigencias naturales de la planta.