La procesionaria
es el principal defoliador de los pinares españoles. El daño por
defoliación se produce debido a la alimentación de las orugas durante el
invierno y puede extenderse de un árbol a otro. Al comienzo del desarrollo
larvario, las orugas sólo se alimentan de las partes tiernas, apareciendo los
pinos salpicados de acículas semi-secas de color amarillento, con finos
excrementos en una maraña de hilos de seda en la base de la acícula. Con el
desarrollo de las larvas los daños se van haciendo más intensos, de forma
que las acículas se secan completamente y caen. La defoliación se
agrava conforme aumenta el tiempo necesario para la recuperación del árbol.
Según la
susceptibilidad a los ataques de procesionaria las especies de pinos pueden
dividirse en dos grupos:
Primer grupo: Pinus
nigra (pino laricio), Pinus canariensis (pino canario) y Pinus
sylvestris (pino silvestre).
Segundo grupo: Pinus
pinaster (pino pinaster), Pinus halepensis (pino carrasco) y Pinus
pinea (pino piñonero).
Una masa
forestal adulta puede llegar a sufrir graves daños cuando está formada por
especies del primer grupo cuando se dan las condiciones climáticas
favorables. Si se trata de una masa mixta bajo condiciones climáticas
favorables, los daños se distribuirán preferentemente sobre las especies del
primer grupo, pero cuando sólo hay especies del segundo grupo los ataques
también pueden llegar a ser graves. Cuando la procesionaria está ya
instalada, las fases del ataque son las siguientes: durante el primer o los
dos primeros años la ifestación sólo afecta a árboles aislados o a los
márgenes de la masa. Posteriormente estos árboles quedan parcialmente
defoliados y empiezan a aparecer bolsones salpicados en el interior del pinar.
Tras una o dos generaciones aumentan las defoliaciones y el número de
bolsones en el interior y de ahí en adelante, si las condiciones climáticas
son favorables la masa puede quedar totalmente defoliada durante dos o tres
años. Llegado a este punto, se produce una gran mortalidad de larvas por
falta de alimento y por el ataque de parasitoides y depredadores que
incrementaron sus poblaciones durante las infestaciones masivas de
procesionaria.
En nuevas
repoblaciones forestales las primeras infestaciones nunca son graves; en las
colonizaciones los primeros bolsones aparecen en número escaso y dispersos
cuando los árboles alcanzan aproximadamente un metro de altura. Al año
siguiente los bolsones se distribuirán uniformemente en el 3-4 % de los
pinos, un año después pueden verse afectados el 60-70 % de los pinos y al
año siguiente la defoliación puede extenderse a toda la masa arbórea.
No obstante, los
procesos de infestación no tiene por que seguir de forma continua todas las
fases descritas, ya que pueden detenerse, retroceder o avanzar dependiendo de
las condiciones ambientales, teniendo en cuenta que para que se produzca una
defoliación generalizada antes deben haber sufrido las zonas más
vulnerables.
En la
repoblaciones artificiales, además aumenta la intensidad de los daños, ya
que se produce el debilitamiento de la planta, haciéndola más vulnerable al
ataque de otros insectos y especialmente de perforadores, los cuales puede
llegar a ocasionar su total destrucción.
Otros daños
importante que ocasionan las orugas de procesionaria son las urticarias y
alergias, en ocasiones muy graves para humanos. Por esta razón también
es importante el control de la plaga en zonas de acceso, áreas recreativas,
superficies para la producción de pino piñonero, etc.
Existen
numerosos métodos de control que aplicados de forma adecuada pueden reducir
las poblaciones de procesionaria y mantenerlas en bajos niveles de
infestación. No obstante, hay que tener en cuenta que ciertas condiciones
ambientales favorables al desarrollo de la plaga no pueden ser modificadas,
pudiendo producirse reinfestaciones y que la elección del método deberá
realizarse de forma que se ocasiones el menor impacto posible sobre el medio.
Entre dichos métodos caben mencionar los siguientes:
a) Destrucción
de los bolsones. Puede llevarse a cabo por medios físicos o
químicos. Entre los primeros se encuentran el corte y posterior aplastamiento
o quema, y la destrucción a tiros de escopeta. Estas operaciones no deben
comenzarse hasta que los bolsones estén bien formados, lo que nos traslada en
las zonas cálidas a la primera quincena de diciembre y en las zonas más
frías a mediados de noviembre. Debe restringirse la utilización de la
escopeta a casos en los que la altura del arbolado no permita el empleo de
otros métodos.
El tratamiento
químico de los bolsones se lleva a cabo mediante la pulverización directa
con un insecticida adecuado. Los mejores resultados se han obtenido con
piretroides y es el método más rápido, eficaz y rentable para repoblaciones
jóvenes de menos de 4 m de altura.
b) Empleo
de trampas de feromonas. La síntesis de la feromona sexual de la
hembra de procesionaria, "pityolure" ha permitido la puesta a punto
de trampas para la captura masiva de machos, manteniendo bajos niveles de la
población del insecto. Dichas trampas se distribuyen en los bordes de la masa
y en las zonas menos densas, que son las zonas de vuelo de los machos, y se
hace a razón de una trampa por hectárea. Este método es adecuado para bajos
niveles de infestación y pinares alejados de otros con altos niveles.
c)
Actuación sobre la estructura de la masa forestal. Teniendo en cuenta
los diferentes grados de susceptibilidad de las especies de pinos así como de
las diferentes zonas de la masa arbórea, se pueden llevar a cabo diversas
estrategias para el control de las poblaciones de procesionaria. Así, por
ejemplo, los pinos del primer grupo colocados en la reforestación en
pequeños rodales dispersos en la masa actuarían como cebos, de forma que
sólo sería necesario tratar estos pinos anualmente para mantener toda la
masa limpia.
d)
Nebulización y pulverización. El empleo de cañones a bajo o ultra
bajo volumen es muy apropiado para combatir las peligrosas urticarias y
alergias en pequeñas áreas recreativas, parques, jardines, zonas de acceso,
etc.
e) Tratamientos
químicos masivos. Se realizan con inhibidores del crecimiento o con
insecticidas microbiológicos, aplicados a ultra bajo volumen.
- Los inhibidores
del crecimiento son los insecticidas que han dado mejores resultados.
Para optimizar su eficacia, es recomendable realizar el tratamiento con las
larvas en primer estadio e incluso antes, ya que así se evitarán los
daños que pueden producir estadios más avanzados y se mejora la
distribución del producto, debido normalmente a la coincidencia de
condiciones de calma atmosférica. También su efecto es más rápido
sobre larvas jóvenes, ya que en estas el tiempo requerido para la muda es
menor que en estados posteriores.
- Los insecticidas
microbiológicos basados en Bacillus thuringiensis se han
incrementado en los últimos años. Su aplicación debe llevarse a cabo en
los tres primeros estadios larvarios.
Cuando se
pretende aplicar insecticidas en los primeros estados larvarios, debe
determinarse el período de nacimiento de las orugas. Para ello, pueden
realizarse muestreos de las puestas en árboles situados en zonas
representativas o bien emplear trampas de feromonas. Estas últimas
permitirán la obtención de la curva de vuelo de los machos, que a su vez
facilitará la determinación del momento de eclosión.
La elección del
método de intervención debe hacerse teniendo en cuenta los niveles de
infestación, los cuales vienen representados por los siguientes índices:
0: Ninguna o
algunas colonias muy diseminadas.
1: Algunas
colonias en bordes de la masa, claros y pies aislados.
2: Bastantes
colonias en bordes y claros, y algunas por el centro de la masa.
3:
Defoliaciones parciales en bordes y pies aislados, y bastantes colonias por
el centro de la masa.
4:
Defoliaciones muy fuertes en bordes y pies aislaos, y parciales en el resto
de la masa.
5:
Defoliaciones muy fuertes en toda la masa.
También existen
índices intermedios, 2-3, 1-2, etc., dando un total de 11 grados de
infestación. Dichos índices deben evaluarse durante el período de
enterramiento de las orugas para poder programar las actuaciones de cara al
verano, el otoño y el invierno siguientes.
Las
recomendaciones según el índice son las siguientes:
0 y 1:
Colocación de trampas de feromonas en verano y destrucción o tratamiento
de los bolsones en invierno.
2:
Destrucción o tratamiento de los bolsones en invierno (sólo en pequeñas
parcelas).
3: Tratamiento
masivos en verano-otoño.
4 y 5: No son
recomendables tratamientos masivos, ni de ningún otro tipo, ya que la
reinfestación sería más rápida que si se dejara evolucionar de forma
natural. Existen casos excepcionales en los que por criterios
prioritarios de utilización o uso de la masa pueden recomendarse ciertos
tratamientos, como por ejemplo en zonas recreativas, superficies de
recolección de piñones, etc.