Con
el nombre vulgar de moscas blancas se conocen a insectos de la familia Aleyrodidae
cuyos adultos tienen el cuerpo recubierto de una fina capa de polvo blanco de
aspecto harinoso (aleyron = harina), producido por unas glándulas ventrales.
Bemisia
tabaci, conocida también como mosca blanca del algodonero o de la batata,
tiene su origen en las regiones del centro del oriente asiático.
Recientemente, un biotipo nuevo (biotipo nuevo para algunos taxónomos o
especie nueva para otros) se ha extendido, en corto plazo de tiempo, por
diversas regiones europeas y americanas, originando grandes pérdidas en los
cultivos afectados. Este biotipo, tan agresivo, parece originario de Sudamérica
y añade a la gravedad de los daños directos, el peligro de ser vector de un
gran número de virosis, entre las que se encuentran algunas que afectan al
tomate.
Se
trata de una especie polífaga que parasita más de 300 especies de plantas,
pertenecientes a más de 63 familias botánicas, incluyendo ornamentales,
malas hierbas y cultivos hortícolas. Pero este biotipo B se ha encontrado
asociado a más de 600 especies de plantas distintas, extendiéndose por las
regiones tropicales y subtropicales; así como en los invernaderos o cultivos
protegidos de regiones templadas.
Las
especies de mosca blanca presentan cuatro estados diferenciados: huevo, larva,
pupa y adulto. A su vez el estado de larva tiene tres estadios (I, II y III).
Existen algunas discrepancias en la utilización del término pupa, que no lo
es realmente, ya que existe alimentación en la primera parte del estado, y la
transformación en adultos se produce en la parte final del mismo, sin que
exista una muda pupal. Por ello sería más correcto el nombre de ninfas en
lugar de larva (I, II y III) y ninfa IV para la pupa. Sin embargo la
terminología larva-pupa sigue utilizándose en la actualidad.
Los
adultos, revestidos de una secreción cérea pulverulenta blanca, tienen los
ojos de color rojo oscuro, con dos grupos de omatidias unidas en el centro por
una o dos de ellas. En reposo las alas se pliegan sobre el dorso formando un
tejadillo casi rectangular.
Los
huevos son elípticos, asimétricos. Las larvas son ovaladas, aplanadas, de
color blanco amarillento y translúcidas. En todos los estadíos el contorno
es irregular.
La
hembra deposita preferentemente los huevos en el envés de las hojas, unidos a
ellas mediante un pedicelio que es insertado en el tejido hospedante, aunque
en algunos cultivos prefiere el haz. Los huevos se disponen de forma aislada,
en grupos irregulares o en semicírculos, los cuales traza a modo de abanico
con su abdomen sin moverse del sitio, pues no abandona su actividad de comer
mientras los pone. Pueden o no estar recubiertos por una secreción cerosa
blanca.
El
estado larvario dura aproximadamente un mes. Durante los tres primeros
estadios, la larva se alimentará succionando jugo de la planta de tal forma
que, en caso de que esta se secase o muriese, ella también moriría. En el
primer estadio se mueve unos pocos milímetros para buscar su propio lugar y
clava su aparato bucal en el tejido de la planta. El segundo estadio es típico
por la cremosa transparencia y por el desarrollo de patas y antenas
rudimentarias. En el tercer estadio aumenta el tamaño y es de una
transparente cremosidad. En el cuarto y último estado larvario no es
necesaria la ingesta de alimento, adquiere un color verdeamarillento, empieza
a abultarse y se hacen visibles dos ojos rojos. Transcurridas las cuatro
semanas emergen el adulto de la pupa.
El
tiempo de desarrollo de esta especie de mosca blanca depende principalmente de
la temperatura, de la planta huésped y de la humedad. Algunos investigadores
han estudiado la duración del desarrollo de huevo a insecto adulto a
diferentes temperaturas. En algodón el ciclo suele ser de dos a tres semanas
en verano. El tiempo necesario para el desarrollo es menor según aumentan las
temperaturas. El desarrollo del insecto es óptimo a temperaturas altas (unos
30-33º C). Por encima de 33º C el ritmo de desarrollo decrece rápidamente
de nuevo. No sólo es importante el tipo de planta huésped, sino también la
calidad nutricional del cultivo. Situaciones de estrés tales como una baja
intensidad luminosa, altas temperaturas y extrema humedad, pueden influir
sobre el desarrollo directa o indirectamente.
Los
daños causados por esta especie de mosca blanca en cultivos hortícolas en
invernaderos pueden ser:
a)
Directos. Producidos por la succión de savia. En este proceso se
inyectan toxinas a través de la saliva lo que ocasiona el debilitamiento de
la planta y a veces manchas cloróticas. En ataques intensos se producen síntomas
de deshidratación, detención del crecimiento y disminución del crecimiento.
b)
Indirectos. Producidos por la secreción de melaza y posterior
asentamiento de negrilla (Cladosporium sp.) en hojas, flores y frutos;
lo que provoca asfixia vegetal, dificultad en la fotosíntesis, disminución
en la calidad de la cosecha, mayores gastos de comercialización y dificultad
en la penetración de fitosanitarios.
c)
Transmisión de virus. Bemisia tabaci es capaz de transmitir
gran cantidad de virosis. De entre ellas un buen número afectan al tomate. Se
conoce su eficacia en la transmisión de enfermedades como:
Tomato
Yelow Leaf Curl Virus (TYLCV).
Tomato
Yelow Mosaic Virus (TYMV).
Tomato
Leaf Curl Virus (TLCV).
Chino
del tomate (CdTV).
Tomato
Golden Mosaic Virus (TGMV).
Tomato
Yellow Dwarf Virus (TYDV).
Leaf
Curl Chili Virus (LCChV).
Yellow
Mosaic French Bean Virus (YMFBV).
Tomato
Mottle Virus (TMOV).
De
todas estas virosis la primera es, en la actualidad, el más extendido y
pernicioso en las áreas mediterráneas, al originar una parada casi total en
el desarrollo de las plantas afectadas.
La
enfermedad del virus del rizado amarillo del tomate (TYLCV) o "virus de la
cuchara", como se conoce coloquialmente, es de reciente introducción en la
Península Ibérica. Su fuerte incidencia en los cultivos de tomate bajo
invernadero, llevando incluso al arranque de parcelas, hace imprescindible el
control de su vector. La transmisión del TYLCV por Bemisia tabaci se realiza
de forma persistente circulativa. Es adquirido, tanto por las larvas como por
los adultos, al alimentarse del floema de las plantas infectadas. El periodo
de adquisición oscila entre 15 y 30 minutos, necesitando de un tiempo similar
para inocularlo. Los adultos son capaces de transmitir el virus antes de las
17 horas después de su primera ingestión, permaneciendo infectivo durante más
de 8 días, hasta un máximo de 20 días. Durante ese periodo la infectividad
del vector disminuye progresivamente, pudiendo readquirirlo en sucesivas
alimentaciones. En ningún caso el virus se transmite a la progenie. Los síntomas
en las plantas pueden aparecer a los 15 o 20 días después de ser inoculado
el virus por el vector.
Al
biotipo B se le considera menos eficaz que al biotipo A en la transmisión,
aunque su polifagia y sus elevadas potencialidades multiplicativas hacen que
se contemple como el principal dispersador de la enfermedad.
La
condición de vector hace que, en las zonas donde coincide con las virosis,
los niveles poblacionales de intervención sean muy inferiores a los que se
establecen para la plaga productora de daños directos. Los riesgos de mayor
incidencia de la enfermedad se producen en el verano y en el otoño, cuando
las poblaciones alcanzan niveles máximos.