En
la lucha contra cualquier enfermedad es muy importante mantener una
adecuada sanidad
ya que ello va a reducir el nivel de inóculo y a su vez la
intensidad del ataque. En este sentido, en la lucha contra patógenos
radiculares de cultivos sin suelo resulta conveniente eliminar todos
los desechos de las plantas infectadas, así como desinfectar los
sustratos reciclados.
Otra
forma de lucha consiste en la manipulación
del medio físico para que éste sea lo más desfavorable
posible al desarrollo del patógeno. Así, la temperatura y la
humedad son los dos factores ambientales conocidos más importantes
que gobiernan el ciclo de vida de los patógenos infecciosos
radiculares. Pero, dado que en los cultivos sin suelo el medio se
encuentra casi constantemente saturado, no se puede incidir sobre la
humedad de la zona radicular con el fin de controlar el desarrollo
de la enfermedad. Es por tanto la temperatura de la solución
nutritiva el factor sobre el que hay que actuar para lograr un medio
lo más desfavorable posible al patógeno. Así, por ejemplo,
Pythium aphanidermatum es más peligroso a temperaturas superiores a
los 25 ºC, con lo cual disminuyendo la temperatura de la solución
se conseguirá un control económico de la enfermedad. Por el
contrario, Phytophtora cryptogea se ve favorecido por una
temperatura fría y, elevándola a 25 ºC, será mejor controlado
(Kennedy y Pegg, 1990; Kennedy, Pegg y Welham, 1993).
Un
método biológico de lucha contra patógenos radiculares consiste
en utilizarcultivares
resistentes. Aunque pueden aparecer nuevas razas del patógeno
capaces de superar esa resistencia, se trata sin duda de una primera
línea de defensa contra la enfermedad. El problema es que
actualmente se dispone de pocas variedades resistentes a patógenos
infecciosos de raíz. No obstante es una línea en la que se debe
seguir investigando.
Otro
método biológico se basa en el empleo
de microorganismos antagonistas de aquellos que son patógenos.
El aporte de estos antagonistas no provoca una reducción de la
densidad de los agentes patógenos sino de su actividad, lo que
permite disminuir la gravedad de la enfermedad. Aunque se dispone de
algunos preparados a nivel comercial contra fusariosis, en este
campo todavía queda mucho por desarrollar. El principal interés de
este método puede ser el de limitar la propagación del patógeno
en la solución nutritiva después de haber sido sometida a algún
tratamiento físico de desinfección, ya que ésta puede que no
llegue a ser absoluta.
Los
métodos físicos consisten en desinfectar de forma más o menos
completa la solución nutritiva para evitar así la presencia de algún
agente infeccioso que pueda extender la enfermedad. El principal
problema de estos métodos, aparte de que pueden llegar a no ser
totalmente efectivos, es que resultan costosos, por lo que es
necesario trabajar con volúmenes pequeños de drenaje para evitar
que se eleven excesivamente los gastos de desinfección. Por este
motivo, tales métodos sólo son aplicables a cultivos en sustrato y
no a sistemas hidropónicos (NFT y similares). No obstante, en éstos
últimos, los riesgos de ataque radicular generalizado son menores
de lo que pudiera pensarse en un principio debido a que, al no
existir sustrato y establecerse una circulación continua, no tiene
lugar una acumulación de la solución en el entorno de las raíces,
con lo cual las posibilidades de fijación de las especies fúngicas
presentes en el medio son mucho menores. Normalmente estos patógenos
actúan como formas saprofíticas que se alimentan de exudados
radiculares, restos de raíces, etc., no afectando a partes vivas
del cultivo. De este modo en estos sistemas hidropónicos se puede
realizar un buen control haciendo uso de otros métodos de lucha.
Por
el contrario, en cultivos en sustrato sí existe una cierta cantidad
de agua acumulada cerca de las raíces, con lo cual el riesgo de
contaminación es mayor. De ahí la conveniencia de desinfectar en
estos sistemas, al menos en los periodos en los que las
posibilidades de ataque son más elevadas.
A
continuación se describen brevemente los diferentes tratamientos físicos
que existen.
Se
trata de hacer burbujear ozono en la solución nutritiva a una
concentración de 8 a 10 g·h-1·m-3. Previo a la desinfección es
necesario bajar el pH hasta un valor de 4 y además hay que eliminar
el ozono tras el tratamiento ya que, de lo contrario, al tratarse de
un fuerte oxidante, afectaría a las raíces del cultivo. Este
sistema tiene el inconveniente de ser gravoso.
En
este sistema la solución nutritiva se hace pasar a través de una
membrana filtrante de 5 mm
de luz, lo que permite retener los propágulos infecciosos mientras
que pueden pasar los iones minerales y no se modifica la solución.
Para este propósito no son válidas las membranas de ósmosis
inversa ya que entonces se retendrían todos los nutrientes. Se
trata de un método bastante efectivo cuyo problema es la obturación
frecuente de la membrana debido a su pequeño tamaño de poro.
Consiste
en calentar la solución nutritiva a 95 ºC durante 30 segundos. Se
trata de un método altamente efectivo aunque caro y que además
requiere bajar el pH de la solución hasta un valor de 3 ó 4 para
evitar la precipitación de las sales cálcicas. En la figura 3 se
incluye el esquema original de una instalación para desinfección
por calor presentada por Runia, van Os y Bollen (1988). En ésta, la
elevación de la temperatura se obtiene a través de dos
intercambiadores de calor, el primero de los cuales permite hacer un
precalentamiento del drenaje, aprovechando como fuente de calor el
agua ya desinfectada que procede del segundo intercambiador. Éste
utiliza una fuente de calor externa para calentar hasta la
temperatura final. Variando la separación entre los dos
intercambiadores, se puede modificar el tiempo de exposición de la
solución al tratamiento térmico.
Figura
3:
Esquema de una instalación de desinfección por calor. T1:
80ºC < T1 < 90ºC, T2: > 95ºC, T3: 90ºC < T3
< 95ºC, T4: 105ºC, M: válvula comandada por el motor.
TC: termopar.
Fuente:
Ruina et al (1988)
Más
recientemente, Steinberg et al. (1994) han visto el interés que
puede tener el uso de una caldera de condensación modificada, que
combina el efecto térmico con el de los rayos ultravioletas
producidos por la llama. Esto permite reducir de forma eficaz la
densidad microbiana con una temperatura menos elevada. En concreto
los hongos testados se destruyeron con un pase de 30 segundos a 58,9
ºC y las bacterias no productoras de esporas con un pase de 45
segundos a 65,2 ºC.
En
este sistema, la solución nutritiva se hace circular a través de
una lámpara capaz de emitir radiación ultravioleta con una
longitud de onda de 253,7 nm, lo que permite reducir el nivel de
agentes infecciosos gracias a su actividad biocida. Cada especie patógena
tiene unos requerimientos energéticos para su eliminación. No
obstante, a nivel general se puede decir que en el caso de hongos y
bacterias son necesarios 100 mJ·cm-2, mientras que en el caso de
virus se necesitan 250 mJ·cm-2.
Este
sistema de desinfección es el más utilizado por su facilidad de
aplicación práctica, aunque presenta algunos inconvenientes. Por
ejemplo, su eficacia depende de la densidad óptica de la solución,
de forma que, si ésta presenta cierta turbidez, la radiación no es
capaz de penetrar completamente en la solución y la desinfección
resulta no ser totalmente eficaz. Además, también depende de la
limpieza y de la edad de las lámparas, cuyo valor máximo
recomendado por el fabricante no se debe sobrepasar.
Otro
inconveniente es que la radiación ultravioleta destruye los
quelatos de hierro presentes en la solución, aunque dicha destrucción
es diferente según el tipo de quelato y el pH. Según puede
observarse en la gráfica 1 (Acher et al., 1997), al disminuir el pH
de la solución se produce una mayor fotodegradación de los
quelatos. Además el quelato más estable es el EDDHA, seguido (para
tiempos de exposición bajos) del DTPA y finalmente del EDTA, por lo
que éste último no debería ser empleado en la formulación de
soluciones nutritivas recirculantes sometidas a desinfección
ultravioleta.
Gráfica
1:
Efecto del pH de la solución nutritiva y el tiempo de
exposición a UV sobre la fotodegradación de los quelatos.
a, pH=3,5; b, pH=6,0; i, Fe-EDDHA; ii, Fe-Na-EDTA; iii,
Fe-DTA.
Existen
diversos tipos de sustancias químicas tales como ciertos
fungicidas, productos oxidantes, etc., que aplicadas a la solución
nutritiva pueden controlar con éxito los patógenos radiculares.
Entre
los fungicidas, el más ampliamente utilizado es el propamocarb,
fundamentalmente contra Pythium. También existen otros como el
pencicuron, que se usa contra Rhizoctonia. El mayor problema que
tiene el empleo de estos productos es que pueden provocar la aparición
de resistencias en el patógeno, con lo cual dejarían de ser
eficaces. Además algunos de ellos son sistémicos y pueden originar
problemas de residuos.
Las
sustancias oxidantes, tales como el cloro o el permanganato potásico,
son capaces de impedir con éxito el desarrollo de organismos patógenos,
pero para ello deben ser aplicados a dosis elevadas que pueden a su
vez originar daños en el sistema radicular del cultivo.
Finalmente
existen otras sustancias factibles de ser utilizadas contra ciertos
organismos patógenos. Así por ejemplo determinados mojantes son
capaces de controlar la dispersión de hongos o micetos como
Olpidium, Pythium o Phytophtora. Igualmente hay que evitar dosis de
aplicación elevadas ya que pueden resultar fitotóxicos.