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EL VINO     (Apartados del 6. al 8.)

1.INTRODUCCIÓN.

2.ELABORACIÓN DEL VINO BLANCO.

3.ELABORACIÓN DEL VINO ROSADO.

4.ELABORACIÓN DEL VINO TINTO.

5.ELABORACIÓN Y CRIANZA DE LOS VINOS GENEROSOS.

6.ELABORACIÓN Y CRIANZA DE LOS VINOS ESPUMOSOS.

7.LOS VINOS JÓVENES.

8.LOS VINOS VIEJOS.

9.CRIANZA Y ENVEJECIMIENTO.


6.Elaboración y crianza de los vinos espumosos. 

 

Se llaman espumosos aquellos vinos que contienen gas carbónico procedente de la acción de sacarosa y levaduras en su segunda fermentación (la primera como vino seco normal y la segunda realizada en la botella) provocando el característico desprendimiento de gas en la copa, fino, lento y prolongado. La segunda fermentación y posterior crianza en botella producen la destrucción paulatina de las levaduras, agotada su función. Esto da lugar al característico aroma a cava, a levadura. Los vinos espumosos se pueden clasificar en dos tipos dependiendo de la metodología de elaboración: el método champenoise (empleado en la región francesa de Champagne, de la que adquiere su nombre, y en la elaboración de los cava). En este proceso la fermentación tiene lugar en la propia botella.

 

El segundo sistema, empleado en el “spumanti” italiano y en los espumosos alemanes, es el denominado Granvás o Grandes envases que tiene lugar en grandes depósitos de acero inoxidable durante 20 días.

 

Generalmente los espumosos de mejor calidad son los elaborados a partir del método de origen champañes o tradicional. Este debe ser pálido, limpio, afrutado, bajo en anhídrido sulfuroso y con una graduación alcohólica que no sobrepase de los 11 grados.

 

Al vino base se le añadirá el licor de tiraje (una mezcla de azúcar y levaduras), procediéndose al llenado de botellas, para finalizar el proceso con el traslado de las mismas a las cavas(naves generalmente subterráneas de temperatura y humedad uniforme) donde se llevará a cabo el proceso de fermentación que tendrá una duración mínima de 9 meses. Aquí las botellas son apiladas en posición horizontal para concentrar las impurezas a lo largo de la botella y más tarde al inclinarla paulatinamente en el pupitre, arrastrarlos al cuello de la misma mediante un removido de las botellas.

 

Una vez finalizado este proceso y después de permanecer 20 días aproximadamente, en los pupitres o los modernos contenedores paralepípedos de sedimentación, se retiran las lías o sedimentos formados por los restos de la fermentación. Mediante la última fase, el “degüelle” proceso delicado para el que se precisan manos expertas o maquinaria de precisión, se destapa la botella procediéndose a incorporar el licor de expedición, generalmente vino del mismo tipo o viejo, con diferentes dosis de azúcar que aportará al vino su grado de dulzor y su personalidad particular.

 

Las botellas están ahora listas para ser encorchadas y selladas bajo el tradicional sistema de bozal (brida de alambre sujeta a una chapa superior) o ágrafe (barra estrecha que cruza el corcho, sujeta al anillo del cuello de la botella). Una vez terminado este proceso, el vino está listo para el etiquetado y la comercialización.

 

Los distintos tipos de cava más comercializados son:

 

                        Brut Nature: el más seco de todos.

 

                        Brut: el seco más comercial, con adicción de azúcar.

 

                        Reserva: el seco con un carácter de cava algo más viejo.

 

                        Semiseco: de gusto más suave con cierta dulcedumbre.

 

                        Semidulce: más dulce que el seco. 

 

 

 7.Los vinos jóvenes. 

 

Hasta no hace mucho, decir vino joven era sinónimo de vino vulgar, más bien tirando a barato. Eran por lo general los vinos de mezcla, de calidades inferiores. El gusto por lo natural de los últimos tiempos ha puesto de moda el vino joven. Vinos inundados de aromas florales y frutales, que convertían la juventud en una maravillosa cualidad. Y es que en un vino joven es donde mejor se refleja la casta de las cepas y los sabores de uva.

 

Des esta suerte, los blancos y rosados jóvenes han alcanzado los primeros puestos entre los gustos de los consumidores del mundo entero. España, como en otras muchas cosas, se ha sumado con retraso al vino joven cuando ya en Italia, Francia y Alemania el vino viejo era la excepción.

 

En un principio, en España, la elaboración del blanco joven ha sido fruto del desarrollo de la viticultura y la enología, debido a que muchas de las variedades de uva que se cultivaban no eran las apropiadas para producir esos vinos aromáticos.

 

Quizá el Penedés haya sido la zona que más ha contribuido a la renovación y puesta al día del viñedo español, aclimatando variedades nobles capaces de producir los mejores blancos. La cuidada selección de los terrenos más apropiados, la modernización de los métodos de cultivo y las nuevas técnicas enológicas, han hecho posible la revolución de los vinos jóvenes.

 

Los métodos de vinificación son de vital importancia. Pueden lograrse notables vinos aún partiendo de uvas vulgares, sobre todo, gracias a determinados procesos de elaboración y selección de levaduras.

 

El control de la temperatura es la condición más importante en el proceso de fermentación de los vinos para preservar sus aromas. Los grandes depósitos de acero inoxidable con sistemas de refrigeración comenzaron a desbancar a los grandes depósitos de cemento a finales de los años 70.

 

En la década siguiente, el vino joven inicia una rehabilitación progresiva y las bodegas comienzan a polarizar sus esfuerzos tanto en la elaboración de vinos jóvenes, como de larga crianza.

 

Por otra parte, para las bodegas, la elaboración y embotellado de un vino joven de calidad es más rentable porque evita el almacenamiento prolongado y, por consiguiente, menor inmovilización de capital en stock además de impedir las mermas de vino por evaporación en la crianza y envejecimiento en barricas. Hay que tener en cuenta que el vino joven no debe consumirse más allá de los 3 ó 4 años.

 

Hasta ahora hemos hablado de los vinos jóvenes que expresan la virtud de la juventud, pero no podemos olvidar uno también joven, aunque en regresión, que representa el mayor volumen de consumo. Es el vino común o “de litro”, que es algo así como los retales del vino, mezclas de cosechas, orígenes e incluso tipos de vino, que acaba refrescándose con gaseosa. Es el vino sin pedigrí.

 

La juventud en el vino no sólo es una cualidad apreciada en los blancos y rosados, también la juventud se está instalando en los tintos como señal de calidad. Vinos que están adquiriendo un estilo más fresco y afrutado, liberados sus sabores naturales de la acción homogeneizadora de la madera, cuyos amargosos taninos se sustituyen por los vivos y saludables taninos cedidos por la uva.

 

Se llama vino nuevo al más precoz de los vinos jóvenes, casi para consumir recién elaborado. Los mejores mostos de una zona y una uva determinada, son destinados para la elaboración de este vino de calidad que estará de inmediato listo para su consumo, cuando aún conserva intactos los rasgos de la uva.

 

Los franceses han sido los pioneros en la elaboración de vinos nuevos y su “beaujolais” se ha convertido en un auténtico éxito comercial, hasta el punto de que su llegada cada año es esperada con gran expectación por parte del público consumidor, ávido por probar cuanto antes el primer vino del año.

 

En su elaboración es necesario forzar los procesos de fermentación, clarificación y estabilización sometiéndolo a sistemas de centrifugación, filtrados y tratamientos en frío, a diferencia de lo que ocurre con el vino joven, donde dichos procesos se desarrollan más lentamente y de forma natural. El principal problema del vino nuevo es su limitada conservación. El calor es su gran enemigo, con él, los aromas y sabores se difuminan y se pierden. Debe pues consumirse en el invierno y la primavera siguientes a su cosecha y elaboración.

 

Aunque el vino nuevo, parezca un invento de nuestros días, fue el primero que comenzó a consumir el hombre. El vino de la última cosecha era el que se bebía enseguida, que a duras penas alcanzaba a la cosecha siguiente. Durante siglos, se anunciaba su llegada entre alegrías y festejos de bienvenida. En España sin embargo, lo que se ha celebrado ha sido la llegada de la cosecha, con aquellas ceremonias que hoy incluso están en declive. Son las “fiestas de la vendimia”, que durante el anterior régimen se potenciaron a partir de los años 40.

 

 

8.Los vinos viejos. 

 

El prestigio del que suelen gozar los vinos viejos tiene mucho de mito. La cuestión radica en la carga emotiva que provoca esa aureola de historia con que el tiempo sella una botella del pasado.

 

Es difícil saber con exactitud cuanto dura el vino. Los vinos evolucionan positivamente en la botella durante un período determinado de tiempo. Superado éste, el vino inicia un proceso de declive. Un tinto de la Rioja, por ejemplo, experimenta durante 10 años aproximadamente una evolución creciente, seguido de un período estacionario, no inferior a 5 años, para continuar con una caída lenta y progresiva. Pasado este tiempo lo mejor que puede pasarle a un vino es que tenga las mismas características que un vino de 20 ó 30 años más, siempre que se conserve en inmejorables condiciones.

 

Todos los vinos de mesa no envejecen de igual forma. Los ciclos pueden ser más o menos distintos dependiendo de factores como la variedad de uva utilizada, las características de una cosecha determinada, o los métodos de elaboración.

 

Así, por ejemplo, un cariñena es un vino de duración corta pues no tarda mucho en enranciarse y tornarse ajerezado. De igual forma, su plenitud es también más temprana que la de un vino de Rioja o de Burdeos, ambos de ciclos evolutivos más lentos y, por consiguiente, más largos. Esto significa que las posibilidades de envejecimiento de un vino van en función de que su evolución sea más lenta.

 

Hay vinos que son auténticas obras de arte más por lo que simbolizan que por ellos mismos. Son aquellos que jamás saldrán de las silenciosas bodegas convertidas casi en museos. Su etiqueta tiene más valor sentimental que el propio vino y su destino: ser coleccionado, guardado celosamente como curiosidad o recordatorio y, de ser bebido, sólo lo será en una ocasión muy especial.

 

En lo más profundo de las bodegas españolas siempre hay rincones oscuros, generalmente lóbregos, donde reposan un determinado número de botellas emblemáticas. A través de ellas se pueden reconstruir sus avatares históricos y sus mejores vendimias.

 

No está totalmente comprobado que el vino con el tiempo mejora, ya que entre el principio y el fin no dejan de suceder cosas. El fervor por el vino viejo es una cuestión de gusto mediatizado por esa ineludible subjetividad que se genera ante el bien escaso o raro, frente a lo abundante o cotidiano. En definitiva se puede afirmar que gusta lo viejo. Y ese gusto puede alcanzar lo sublime si se trata de un vino antiguo e irrepetible, cuyo descorche ha privado al resto del mundo de disfrutar una sensación parecida.

 

Ante este espectáculo, el equilibrio calidad/precio deja de ser considerado y el precio se dispara a medida de que los compañeros de viaje de esa marca son bebidos en el transcurso de los años.

 

Además de la uva, la cosecha y los métodos de elaboración, hay que contar con una serie de factores externos que también pueden alterar la vida de un vino: la temperatura, la humedad del recinto y el estado del tapón. Lo ideal es una temperatura fresca y estable, alrededor de 18ºC, una humedad del 75-80%, una buena ventilación y la sustitución del tapón cada 15 años aproximadamente.

 

En cualquier caso, lo que hay que tener en cuenta es que la edad del vino no es siempre garantía de calidad, que no todos se prestan a la crianza y que en los vinos más viejos no siempre hay que fiarse de la añada a la hora de elegirlo. No hay que perder de vista que hasta agosto de 1979 en España no existía una legislación para el control de las añadas ni una reglamentación adecuada para el Reserva y Gran Reserva. Hasta entonces los menos escrupulosos no dudaban en poner en la etiqueta un año que no se correspondía con la realidad, hasta el punto que ciertas cosechas famosas parecían inagotables, e incluso casos en los que se omitía el año, jugando con la incertidumbre del consumidor.

 

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