La Normalización ha sido durante
años algo ciertamente desconocido fuera de un reducido grupo de técnicos
especializados, a pesar de los beneficios que de su actividad se han derivado
tanto para el productor como para el consumidor. Basta señalar para
justificarlo el hecho de que la transferencia de tecnología, de la que depende
el desarrollo de los países, va siempre unida a la normalización industrial.
Se
solía considerar que cuando un producto se normalizaba perdía su identidad y
que todos los productos que cumplían una determinada norma se hacían iguales
entre sí. En otras ocasiones, como consecuencia de cierta publicidad
interesada, se presentaba al producto normalizado como el único con calidad
suficiente que llegaba al consumidor.
Sin
embargo, un producto que no cumple ninguna "norma" puede tener una calidad
excelente y de ninguna manera el producto normalizado debe perder su identidad y
originalidad.
Esta
visión simplificada de la Normalización, que dentro de ciertos límites puede
ser verdadera, no es sino algo accesorio en el complejo mundo de la Normalización.
Es
frecuente que el agricultor, o el pequeño fabricante de maquinaria agrícola,
reciban información en la que aparece la palabra "normalizada" para
referirse a determinados elementos de sus máquinas, en la mayoría de los casos
sin entender lo que significa, ni alcanzar a comprender las ventajas que les
proporciona el hecho que determinados elementos se encuentren normalizados.
Sin
embargo, para los usuarios de los tractores y de la maquinaria, hay muchas
ocasiones en las que sin saberlo sienten la necesidad de la Normalización:
cualquiera que haya tenido que enganchar un apero a un tractor habrá sufrido
las molestias que pequeñas diferencias en los elementos de enganche producen en
el momento de la unión.
Cada
trabajo de normalización finaliza con la elaboración de una Norma Técnica que
debe ser un conjunto de información ordenada que afecta a una pieza, máquina,
sistema o producto, bajo cualquiera de sus aspectos dimensionales, de calidad,
de utilización o de ensayo, a condición de que exista un interés común de
los implicados en el proceso de fabricación o en la utilización. La existencia
de un verdadero interés común hará que la Norma se aplique, aunque no se
establezca administrativamente su obligatoriedad. La participación de todos los
implicados en un problema normalizable resulta fundamental si se quieren
alcanzar los objetivos previstos y no publicar un documento que nadie utilizará.
En
el desarrollo de cada Norma se sigue siempre la misma pauta, lo cual facilita su
lectura e interpretación. Esta pauta establece que la Norma se inicie señalando
el Objeto y el Campo de aplicación en los que queda reflejado lo que se pretende
con la Norma y a qué va dirigida. Seguidamente se reseñan otras Normas que
pueden ser antecedentes o complementarias del documento considerado, junto con
la terminología, definiciones, abreviaturas y símbolos que se van a utilizar
en todo el documento. A continuación, si la Norma lo exige, se reseña la
instrumentación que se precisa para la aplicación de la Norma junto con sus
especificaciones, dándose particular importancia a la precisión que se debe
alcanzar en medidas y determinaciones. La Norma se completa con los diferentes
apartados sobre aspectos específicos a los cuales se les añade una aplicación
o ejemplo si se considera necesario. El último apartado establece la
correspondencia de la Norma con otras Normas Internacionales, o Nacionales de países
distintos, señalando el grado de semejanza que puede ser total (correspondencia
íntegra) o en determinados aspectos parciales.
A
cada Norma Técnica se le asigna un número de orden que, según el organismo
que la elabora, puede ser por simple cronología de publicación, o con una
cierta clave que sirve para conocer el grupo de trabajo que se encargó de su
elaboración.
La
normalización en el medio agrícola tiene una complicación adicional, en
comparación con la normalización industrial, por las propias características
del sector: usuarios que han tenido que aprender por sí solos a elegir y
manejar las máquinas que utilizan y pequeños fabricantes que no pueden pagar
un asesoramiento técnico orientador.
La
gran multiplicidad de máquinas y aperos que se pueden acoplar al tractor pone
de manifiesto la necesidad de contar con un conjunto de Normas que permitan
conseguir esta intercambiabilidad, sin que sea necesaria una continua modificación
de los elementos de fijación o de trabajo, e independientemente del origen de
fabricación de la máquina o del tractor.
Las
primeras Normas de uso agrícola tuvieron esta misión. En 1927 los técnicos de
la Asociación Americana de Ingenieros Agrónomos (ASAE) establecieron las
normas constructivas y de funcionamiento de la toma de fuerza con la que se
dotaban los tractores que entonces se construían. Un sistema tan simple como
era un eje capaz de suministrar potencia a la máquina accionada, dejaba de ser
operativo si no se establecía un convenio que fijara el sentido de giro y las
dimensiones del acoplamiento. A esta normativa siguieron otras, como el
dimensionamiento del enganche en tres puntos para tractores, definido en 1939,
que junto con el de la toma de fuerza pronto tienen una aceptación mundial.
La
maquinaria para la agricultura se produce en series reducidas, en comparación
con otros bienes de equipo, y sólo contando con un amplio mercado pueden
bajarse los costes de producción. Así lo entendió la ISO (International
Organization for Standarization)y desde el principio se dio gran importancia
a la normalización del material agrícola y forestal. Para ello se creó un
Comité específico, el TC 23 denominado de "Tractores y maquinaria agrícola
y forestal". Paralelamente a este Comité Técnico internacional, en el seno
de IRANOR primero y después dependiente de AENOR, al igual que lo hicieron los
diferentes Institutos de Normalización de los países miembros, se creó la
Comisión Nacional correspondiente, la CTN 68, que participa en los trabajos
internacionales de ISO en el campo de los tractores y la maquinaria agrícola y
forestal, la cual también se responsabiliza de la normalización nacional en
este ámbito de actuación.
La
estructura internacional del Comité Técnico 23 de ISO está formada por una
Secretaría que coordina los trabajos y 19 subcomités encargados cada uno de
una parte específica del campo atribuido al Comité.
En
un campo tan amplio como el de los tractores y la maquinaria agrícola y
forestal, cada subcomité tiene asignada su función: terminología, ensayos,
seguridad, tractores, maquinaria para trabajo del suelo, para tratamientos
fitosanitarios, para recolección, vitivinícola, se siembra y abonado, de
transporte agrícola, de ganadería, de jardinería, símbolos normalizados,
maquinaria forestal, para olivicultura, forestal de mano, de riego y equipos
electrónicos constituyen los campos de actividad de cada uno de los subcomités.
Las
Normas ISO publicadas, que afectan a los tractores agrícolas, han sido
elaboradas en su mayor parte por el TC 23 / SC 4 "Tractores", aunque otras
proceden de SC 2 "Ensayos
comunes" y SC 3 "Seguridad".