La papa
(Solanum tuberosum) pertenece a la familia de las
solanáceas. Es una planta dicotiledónea. Su cultivo se
halla extendido por todo el mundo a excepción de los países
tropicales.
La papa fue
introducida en España en 1565, siendo nuestro país el
centro de expansión del tubérculo a toda Europa. El gran
incremento del cultivo fue a principios del siglo XIX.
La papa es
planta herbácea anual. Sus raíces son muy ramificadas,
finas y largas, dependiendo su desarrollo de que el suelo
esté o no mullido.
El tallo,
grueso, fuerte, anguloso, con una altura que varía entre 0,5
y 1 m, se origina en las yemas del tubérculo. Las hojas son
imparipinnadas. Consta de nueve o más foliolos, cuyo tamaño
es tanto mayor cuanto más alejados se encuentran del nudo de
inserción.
El fruto es
una baya redondeada de color verde, que se vuelve amarilla al
madurar.
A la vez que
tallos aéreos, la planta tiene tallos subterráneos. Los
primeros son de color verde. Contienen un alcaloide tóxico,
la solanina, que puede formarse también en los tubérculos
cuando éstos se exponen prolongadamente a la luz.
Los tallos
subterráneos o estolones, relativamente cortos, se
convierten en su extremidad en tubérculos.
En la
superficie de los tubérculos tienen yemas distribuidas en
forma helicoidal, abundando sobre todo en la parte opuesta al
punto de inserción sobre el estolón.
Aunque la
papa puede multiplicarse por semillas y por esquejes, en la
práctica, la multiplicación es siempre vegetativa,
haciéndose por medio de los tubérculos que producen brotes
en las yemas u ojos.
La
germinación de la papa, su crecimiento y la producción de
tubérculos depende de sustancias químicas elaboradas por la
papa, que actúan en dosis muy débiles. Se les conoce con
el nombre de sustancias de tuberización.
La formación
de sustancias de tuberización por hojas y tallos depende de
la variedad y, también, de la temperatura y de la duración
de la luz diaria (fotoperiodo). En días cortos se producen
más sustancias de tuberización que en días largos, en los
cuales aumenta el crecimiento vegetativo de la planta.
En
determinadas circunstancias en que hay tuberización y
crecimiento, puede ocurrir que, porque existan condiciones
meteorológicas favorables, porque se abone con un exceso de
fertilizantes nitrogenados u otra circunstancia, la planta
puede crecer más deprisa que se produce la sustancia de
tuberización, cayendo entonces la concentración de ésta
por debajo del nivel mínimo y deteniéndose la
tuberización. Cuando se elabora más sustancia de
tuberización, vuelve a retrasarse el crecimiento y aparece
nuevamente la tuberización. Estamos entonces en el caso de
rebrote.
Se ha
demostrado que el vigor del crecimiento de la planta está
estrechamente unido al de los brotes de los cuales proceden.
Por eso tiene gran interés plantar tubérculos cuyos brotes
han alcanzado una fase de crecimiento activo, obteniéndose
entonces una nascencia rápida y vigorosa.
Si los
tubérculos se encuentran en una fase de crecimiento lento,
entonces, no nace generalmente más que un solo brote en el
ápice del tubérculo (dominancia apical).
La papa es
planta que requiere humedad abundante y regular. Aunque
es España se da en secano, sólo se obtienen buenas
producciones en riego, con excepción de la cornisa
cantábrica y Galicia, donde las lluvias son siempre
abundantes.
Vegeta bien
donde hay temperaturas templadas y humedad ambiente. Sufre
con las temperaturas excesivas y es particularmente sensible
a la sequía. Sin embargo, la humedad, del aire favorece los
ataques de mildiu, por lo que debe tenerse en cuenta esta
circunstancia. Es más exigente en agua que la remolacha. En
periodo de intensa tuberización puede necesitar hasta 80
metros cúbicos de agua por ha y día.
Se hiela a
temperaturas inferiores a 2 ºC. El crecimiento de los
brotes empieza a los 2 ºC y es máximo entre 20 y 25 ºC.
Aunque es muy
exigente en agua, un exceso de ésta produce disminución de
su riqueza en fécula y favorece el desarrollo de
enfermedades, tales como el mildiu y podredumbre.
En cuanto a
suelos, la papa prefiere tierras mullidas y aireadas. Son
mejores los suelos arenosos que los arcillosos. Vegeta mejor
entre valores de pH comprendidos entre 5,5 y 7, condiciones
que suelen darse más en los terrenos arenosos. Es planta que
tolera una fuerte acidez (pH=5).
Puede vegetar
también en terrenos arcillo-calizos, llegando a tolerar un
pH igual e incluso superior a 8. En suelos calizos es donde
son más frecuentes los ataques de sarna.
Son indicados
los suelos ricos en humus o materia orgánica; en cambio, son
malos los suelos fuertes y compactos.