El
arroz (Oryza sativa) es una monocotioledónea de la familia de gramináceas.
Las
raíces son delgadas, fibrosas, fasciculadas. El tallo erguido, cilíndrico,
nudoso, glabro, de 60-120 cm. Hojas alternas envainadoras, limbo lineal,
agudo, largo, plano. En el punto de reunión de la vaina y el limbo se
encuentra una lígula membranosa, bífida, erguida, presentando en el borde
inferior una serie de cirros largos y sedosos. Flores de color verde
blanquecino dispuestas en espiguillas cuyo conjunto constituye una panoja
grande, terminal, estrecha, colgante después de la floración. Cada
espiguilla es uniflora y está provista de una gluma con dos valvas pequeñas,
algo cóncavas, aquilladas y lisas; la glumilla tiene igualmente dos valvas
aquilladas. El fruto es en cariópside.
El
arroz es pobre en sustancias nitrogenadas, por cuyo motivo no puede ser
considerado como un alimento completo. En su composición media se puede
considerar un 8% de sustancias nitrogenadas. Tiene poco más del 1% de materia
grasa.
La
harina de arroz por su riqueza en féculas, sirve para elaborar materias
alimenticias diversas, y se emplea también, en algunos casos, en las fábricas
de cerveza con el fin de lograr una suficiente riqueza alcohólica gastando
poca malta.
La
paja de arroz, mezclada con otras materias, se usa como combustible y también
para elaborar loza, porcelana y cristal.
El
arroz necesita para germinar un mínimo de 10 a 13 ºC, considerándose su óptimo
como 30 y 35 ºC. Por encima de los 40 º C no se produce la germinación.
El
crecimiento del tallo, hojas y raíces tiene un mínimo de 7º C, considerándose
su óptimo en los 23 ºC. Con temperaturas superiores a ésta, las plantas
crecen más rápidamente, pero los tejidos se hacen demasiado blandos, siendo
más susceptibles a los ataques de enfermedades.
El
espigado está influido por la temperatura y por la disminución de la duración
de los días.
La
panícula, usualmente llamada espiga por el agricultor, comienza a formarse
unos treinta días antes del espigado, y siete días después de comenzar su
formación alcanza ya unos 2 mm.
A
partir de 15 días antes del espigado se desarrolla la espiga rápidamente, y
es éste el período más sensible a las condiciones ambientales adversas.
La
floración tiene lugar el mismo día del espigado, o al día siguiente durante
las últimas horas de la mañana.
Las
flores abren sus glumillas durante una o dos horas si el tiempo es soleado y
las temperaturas altas. Un tiempo lluvioso y con temperaturas bajas perjudica
la polinización.
El
mínimo de temperatura para florecer se considera de 15 ºC. El óptimo de 30
ºC. Por encima de los 50 ºC no se produce la floración.
La
respiración alcanza su máxima intensidad cuando la espiga está en zurrón,
decreciendo después del espigado.
Las
temperaturas altas de la noche intensifican la respiración de la planta, con
lo que el consumo de las reservas acumuladas durante el día por la función
clorofílica es mayor. Por esta razón, las temperaturas bajas durante la
noche favorecen la maduración de los granos.
La
transpiración depende de la humedad y temperatura ambiente y, como la
respiración, alcanza también su máximo en el momento en que la espiga se
encuentra en zurrón para decrecer después del espigado.
Las
necesidades medias de nutrientes/tm de producción de arroz son de 21 kg de
nitrógeno, 11 kg de P2O5 y 18 kg de K2O. De
estos datos podemos deducir que un abonado, pensando en una producción de
7.000 kg, puede ser del orden de:
150
Ud de N
100
Ud de P2O5
100 Ud de K2O
En
los arrozales del Guadalquivir se emplean 750 kg/ha de sulfato amónico, 500
kg/ha de superfosfato 18% y 150 kg/ha de sulfato potásico. Es muy frecuente
que los cultivadores prescindan del potásico. Otros que llevan abonado
siempre con superfosfato limitan su utilización a una vez cada dos años, y
no faltan los que siempre emplean nitrogenado. El potasio se debe emplear
siempre en forma de sulfato potásico en vez de utilizar cloruro.
Con
frecuencia se añaden abonos foliares (N-P-K) a los herbicidas, para
contrarrestar la depresión que éstos pueden producir en la planta de arroz.
El
sulfato de cobre se emplea para evitar la invasión de algas. Lo corriente es
aplicarlo poniendo piedras de sulfato de cobre en las piqueras.
La
urea se usa hoy tanto como el sulfato amónico. A veces se usa el amoníaco
anhidro.
Cuando
el arroz amarillea por falta de N debe realizarse una distribución de nitrato
a razón de 150 kg/ha. Sin embargo, no es frecuente que esto se haga.
Para
ello se cierra la entrada de agua en la parcela y, después de un cierto grado
de escurrido, se cierra también la salida y, ya sin corriente, se aplica el
nitrato, que es absorbido por las plantas en 24 horas.
Hay
que cuidar las dosis de N a aplicar según las necesidades de cada parcela,
para evitar el peligro de encamado, muy frecuente en este cultivo, y que
reduce la producción o al menos encarece sensiblemente la recolección.
El
superfosfato y el sulfato potásico se distribuyen sobre el terreno en seco
antes de inundar la parcela, incorporándolos con un pase de cultivador o
grada de discos. También es posible aplicarlos en la parcela inundada,
incorporándolos con un pase de fangueo.
Cada
vez se están utilizando más los abonos líquidos en suspensión. Aparte de
la comodidad de uso, parece que hay una mayor y mejor absorción de N al
principio, lo que da una nascencia más vigorosa y adelanto de unos días en
el cultivo.
La
mayor absorción de nitrógeno y potasa coincide con el período de máximo
ahijamiento. La de fósforo, magnesio y calcio, con la fase final del
ahijamiento.
La
mayor parte de los fertilizantes son absorbidos por las raíces antes de que
empiece la fructificación.
La
absorción de elementos minerales es mayor cuanto mayor es el desarrollo de
las raíces, el cual se ve favorecido por la oxigenación del terreno y por la
circulación de agua de riego.