En
algunas variedades de gerbera, sobre todo en las de pétalos largos, puede
aparecer en ciertas épocas del año una pérdida de algunos pétalos del
capítulo floral, lo que deprecia la flor. Se atribuye esto a causas
genéticas o climáticas. También esta influenciado por una deficiente
fertilización en potasa, por lo que se recomiendan tratamientos foliares con
nitrato potásico al 1,75 %, con un mojante, para corregir esa tendencia.
7.2.
Clorosis.
Este
amarilleamiento internerval de las hojas se produce cuando se riega con bajas
temperaturas. El suelo frío o húmedo bloquea la asimilación del hierro por
parte de la planta. Por ello se aconseja realizar aplicaciones foliares de
quelato de hierro.
La larva de Liriomyza
trifolíi excava galerías en el parénquima de la hoja, disminuyendo la
actividad fotosintética de la misma. El adulto produce unos puntos
blanquecinos sobre las hojas cuando coloca los huevos sobre las mismas.
Para el control de
los adultos se recomienda tratar con metomilo, triclorfón, metamidofos,
deltametrina y cipermetrina, que actúan como repelentes. En el control de las
larvas se emplea fentión, triazofos, ciromazina y abamectina.
8.2. Trips.
Los principales
daños están provocados por Frankliniella occidentalis que vive sobre
todo en los botones florales y en las hojas jóvenes, encontrándose más
raramente sobre las zonas adultas, creando graves problemas de control al
hallarse sobre las partes de la planta más inaccesibles a los insecticidas.
El tratamiento se
realizará obteniendo una buena penetración del producto en las zonas donde
habita el parásito, con una tamaño de gota grande y a presión baja,
mediante nebulización térmica o en espolvoreo. Los productos más empleados
son acefato, endosulfán, metomilo, malatión, lindano o isofenfos.
8.3. Mosca blanca.
Las larvas y adultos
de Trialeurodes vaporariorum se alimentan de las hojas y segregan una
melaza sobre la que se desarrolla un moho que provoca manchas sobre éstas,
disminuyendo la fotosíntesis, y afectando a los pedúnculos y a las flores,
limitando su comercialización.
Se recomienda
tratamientos preventivos con deltametrín, permetrín, metomilo, dimetoato,
metamidofos, triclorfón, etc. para su control.
8.4. Ácaros.
La araña roja, Tetranychus
urticae, provoca manchas localizadas a lo largo de los nervios
principales, que finalizan afectando a toda la superficie foliar. El control
es dificultoso ya que los adultos y los estados inmaduros se desarrollan en el
envés velloso de las hojas de gerbera. Se recomienda su control con
abamectina.
Los ácaros blancos,
Polyphagotarsonemus latus y Tarsonemus pallidus, realizan sus puestas sobre
las hojas jóvenes del centro de la planta y en los botones florales. Las
larvas ocasionan deformaciones de las lígulas, torsiones de la flor y
reducción de su desarrollo perimetral. El grado de deformación es función
de la densidad poblacional. En las hojas puede ocasionar deformaciones de los
bordes del limbo, plegamiento hacia el haz o el envés de la superficie foliar
y el engrosamiento del limbo y carácter quebradizo del mismo.
Para su control se
recomienda un deshojado previo y tratamientos directos hacia el centro de la
planta con endosulfán, dicofol, tetradifón y propargita.
8.5. Orugas.
Las larvas de
diferentes especies de lepidópteros noctuidos (Spodoptera sp.; Heliothis
sp.; Antographa gamma; Chrysodeixis chalcites ...) son muy voraces,
capaces de ocasionar daños importantes en la parte aérea de la planta.
Los daños se
producen principalmente en las hojas al reducir su superficie foliar con sus
mordeduras. En caso de fuertes infectaciones pueden provocar daños
importantes en las flores al devorar las. En climas cálidos los ataques más
frecuentes se producen durante los meses otoñales, coincidiendo con el
aumento de las poblaciones de estos insectos.
La plaga se combate
con eficacia aplicando determinados insecticidas en pulverización como
metomilo, preparados de Bacillus thuringiensis, diversos piretroides,
etc.
Propia de épocas invernales, esta
enfermedad vascular provoca una obstrucción de los nervios de las hojas que,
al no ser alimentados, se secan. La verticiliosis se manifiesta por un
marchitamiento de la planta, acompañado de un amarilleamiento progresivo de
las hojas, con decoloración de nervios, que terminan secándose. Al final la
planta acaba por morir. Se inicia por las hojas más exteriores de la
planta. No existe tratamiento curativo pero se pueden eliminar aquellas hojas
afectadas y desinfectar el terreno previamente con metam-sodio o metam-potasio.
9.2. Rhizoctonia solani.
Esta enfermedad causa daños a
plantas jóvenes, pero también a plantas adultas en situaciones de estrés.
Su óptimo de desarrollo se encuentra entre los 15-25 ºC. Los síntomas de
esta enfermedad son clorosis en las hojas y posterior envejecimiento y
desecación de las mismas, para finalizar con la muerte de la planta. Como
tratamientos preventivos se aconseja una limpieza de restos de hojas
envejecidas en plantas, buena ventilación del invernadero, regulación de la
humedad del suelo, etc. y pulverizaciones a base de benodanilo.
9.3. Oidio.
Propio de condiciones de clima seco,
el oidio Erysiphae rolyphaga ataca sobre todo en el segundo año de
cultivo. El micelio blanco vive sobre la superficie de la hoja, se alimenta
del interior de ésta y, al extenderse, puede llegar a secarla completamente y
atacar al pedúnculo y al capítulo floral. Entre los productos más empleados
para su control destacan dinocap, dodemorf, fenarimol, triadimefón y
pirazofos.
9.4. Podredumbre gris.
Provocada por el hongo Botrytis
cinerea, su desarrollo se inicia sobre material viejo y en
descomposición; de éste se traslada a las hojas y flores en donde produce
los daños más importantes. La enfermedad se manifiesta por la presencia de
un micelio gris característico acompañado de pudriciones blandas. Cuando el
ataque afecta a las lígulas, se denota la formación de pequeñas manchas
grisáceas sobre su superficie afectando a la posterior comercialización de
estas flores ya que el hongo continúa su evolución.
Los métodos culturales para prevenir
su presencia son similares a los empleados en el control de Rhizoctonia solani.
Los productos químicos más empleados son vinclozolina, iprodiones,
procimidona, etc.
9.5. Sclerotinia sclerotiorum.
Este hongo produce podredumbre blanda
en la base de las hojas y en el cuello de las plantas. Se distingue por un
abundante micelio algodonoso, sobre el que aparece posteriormente nódulos
negros que corresponden a los esclerocios. Se controla con los mismos
productos que la podredumbre gris, aplicándolos a la base de la planta, y, de
forma preventiva, evitando los excesos de humedad en el cuello de ésta.
9.6. Nematodos.
Los nematodos del
género Meloidogyne provocan nudosidades en las raíces, disminuyendo
el aporte nutricional a la planta y provocando la muerte de las mismas. Son un
gran problema si se repite el cultivo sobre suelos no desinfectados. Su
control debe realizarse preventivamente mediante la desinfección del suelo y
la aplicación de aldicarb antes de la plantación y la adición al agua de
riego de oxamilo o fenamifos.
La flor de gerbera es muy delicada en
la manipulación, por lo que se deben adoptar una serie de precauciones en su
manejo desde el instante de su recolección.
El capítulo de la inflorescencia
debe presentar dos filas de flores masculinas abiertas, lo que se pone de
manifiesto por la presencia de las anteras, aunque existen variedades e n las
que esta observación es difícil, y en las que se recolecta observando el
cierre del corazón y la forma en que están desplegadas las lígulas.
El realizar el arranque de la flor
indicado, incrementará la vida de ésta y su aptitud para el transporte,
momento en el que ha alcanzado su desarrollo máximo, tanto de diámetro de la
inflorescencia como de longitud y rigidez del pedúnculo.
La recolección debe realizarse en
las primeras horas de la mañana, antes de que las temperaturas del ambiente
del invernadero sean elevadas, sujetando la base del pedúnculo y
arrancándolo mediante un movimiento de torsión, de tal forma que se
desprenda el callo de inserción del pedúnculo y sin que se produzca su
rotura, no debiendo quedar ningún resto sobre la planta.
Los rendimientos obtenidos a lo largo
del cultivo varían según cultivares, pero se pueden obtener como media unas
18 flores por planta durante el primer año, 25 fl/pl en el segundo y 24 fl/pl
en el tercero.
Para comercializar las flores se
emplean paneles especiales de cartón o cálices de material plástico que
impiden el roce de las lígulas entre ellas y con las cajas que los contienen.
El empaquetado de la flor es delicado y se recomienda que se realice en la
misma explotación para aquellas variedades sensibles al roce. Cada una de las
cajas puede almacenar de 20 a 30 unidades dispuestas en dos paneles.
En cuanto a los parámetros de
calidad que sirven para la clasificación de la flor, existen diversos
criterios, aunque los más empleados son:
Longitud de la vara. Expresa un
número en centímetros, medidos desde la base del pedúnculo hasta la
parte superior del capítulo.
Diámetro del capítulo. Se
refiere al número de centímetros correspondientes al diámetro de la
circunferencia que forman los extremos exteriores de las lígulas de la
inflorescencia.
Rigidez. Indica la rectitud y
fortaleza del capítulo.
Especificaciones. Referidas a las
flores y a los tallos que deben estar exentos de daños producidos por
plagas, enfermedades, alteren su aspecto y color, manchas o quemaduras
producidas por productos fitosanitarios, residuos visibles de tratamientos
y magulladuras, defectos de vegetación (lígulas torcidas), etc.
Tolerancia de calidad. Expresa el
porcentaje de varas que pueden presentar ligeros defectos, a condición de
que la homogeneidad de la presentación no se vea afectada.
Presentación de las flores en
los envases descritos anteriormente, define las categorías extra, primera
y segunda en función de la conservación de los capítulos.